viernes, 27 de mayo de 2016

18. La incredulidad de lo acontecido.

Nota: Décimo octavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

En cuanto acabó de beberse la medicina le ayudé a recostarse esperando en secreto alguna reacción que me indicase que acaba de hacer lo correcto, pero simplemente el chico ladeó su cuerpo, y como si de una noche más se tratase, comenzó a dormir profundamente. Me quedé un poco atónito ante la fallida expectativa en la que tenía puestas mis esperanzas. Me imaginaba que en un principio no notaría cambio alguno así que esperé pacientemente en pos de una mejoría, pero en cuanto fueron pasando las horas, y el enfermo no cambiaba ni de posición, comencé a preocuparme en mayor medida ante el escenario que se presentaba ante mis ojos.

Comencé a tomarle la temperatura y a cambiarle los vendajes cada cierto tiempo, pero Cameron ni se inmutaba ante el movimiento. Seguía plácidamente dormido ajeno a todo lo que le rodeaba, haciendo con ello, que mi cabeza comenzara a emparanoiarse con el embuste que Jack podía haberme proporcionado con sus malas artes. Así que con cuidado, probé a zarandearle por el hombro para comprobar si era capaz de traerlo al mundo de la consciencia, pero no conseguí que abriera los ojos ni por un instante. Era como si el sueño se hubiera apoderado de él, haciendo que la fatalidad llegase de manera inevitable a través de mis actos. Por lo que, con todo el pesar de mi corazón, comencé a prepararme para lo que se me acontecía haciendo autocrítica de mis propios errores en dicha hazaña. Le había arrastrado hacia una muerte evitable junto con mi alma martirizada que jamás podría desquitarse de esa losa de arrepentimiento en su interior. Le miré apesadumbrado, y decidí darle al menos un buen aspecto para cuando le llegase la hora en que dejase este mundo, estuviese de la mejor manera posible, por lo que con ayuda del agua y un peine, le adecenté el cabello, y le incorporé en cierta medida para ponerle una camisa limpia que tapase sus vendajes, para darle un aspecto más formal. Por último, volví a dejarlo en su posición, y le arropé en consecuencia para no hacerle pasar frío en esa madrugada helada que nos acontecía.


En cuanto todo estuvo listo me lo quedé mirando, observando como su cuerpo reposaba en el lecho. Estaba tan en paz que casi me alegraba de que fuese a suceder lo inminente. El pobre muchacho había sufrido lo indecible estos días. Verlo tan calmado, aunque fuera a causa de un miserable engaño, era una especie de alivio al que me agarraba desesperadamente en un intento de apaciguar el inmenso dolor que sentía por dentro, desentendiéndome por un momento de las causas reales que le habían llevado a tal estado. Aunque en el fondo tenía la certeza de que ese sentimiento sosegado era algo efímero. Sabía que en cuanto ocurriese lo innombrable empezaría de verdad el horror avenido, y la búsqueda de culpabilizar al demonio que había previsto todo esto utilizándome a mí, como marioneta en sus designios. Por eso, en cuanto Magda vino a revelarme al medio día, lo único que pude hacer antes de irme hacia ella para explicarle la situación, fue intentar calmar ese sentimiento de venganza que empezaba a clamar en mi interior de la pura frustración que sentía en ese momento, y acariciar de modo paternalista su rostro febril para intentar infundirle el arrepentimiento que sentía en el pecho en esos instantes por haberle conducido voluntariamente a tal estado.

Increíblemente, no me resultó nada complicado explicarle a Magda su estado. Ya fuese porque se lo esperaba de antemano, o porque no quería acongojarme más de lo que ya lo estaba yo de por sí. En cuanto me acerqué a ella para exponerle que llevaba todo el día inconsciente, me comentó. - “Tranquilo Tomek, ya me imaginaba que esto pasaría en cuanto le dejé ayer al cuidado de Peep. Ya me encargo yo a partir de ahora. Tu ve abajo a comer algo. Llevas todo el día en ayunas y necesitas reponer fuerzas”-. Tocó mi brazo a modo de despedida, y fue a ocupar mi lugar al lado del chico. Yo por mi parte, me sentía lo más culpable posible. Había deseado con todas mis fuerzas, aclararle que el estado de Cameron había empeorado por el tremendo error que había cometido. Pero también sabía que de nada serviría comentar mi error en estos momentos de incertidumbre y angustia. Esperaría a que todo pasase para exponerlo todo con pelos y señales, y aceptaría hasta la muerte si con eso pagase en cierta manera, la culpa que me adjetivaba como persona en este mundo.


Pasé lo que me quedaba de día medio ido por la preocupación, y a la espera constante de noticias sobre nuestro amigo. Cada vez que sentía pasos acercarse desde el piso superior me sobresaltaba temiéndome lo peor, pero afortunadamente solo se producía para efectuar el cambio de guardia estipulado por mis amigos, por lo que intenté serenarme y ayudar a Peep en silencio a colocar las armas, y provisiones de la manera más adecuada para el espacio, sin hacer mención o intención alguna de lo que podría pasar a partir de ahora. Solo cuando terminé mi parte, le di las buenas noches cordialmente, y subí a mi cuarto sin haber probado un solo bocado de la cena que se estaba elaborando en la cocina, para tumbarme directamente en mi lecho en el que deseaba pasar estas horas lo más rápidamente posible, cayendo como ya era de costumbre por este lugar, en un inquieto sueño que me devolvería a la realidad más temprano de lo que había esperado en un principio.

Pasé infatigables martirios nocturnos hasta que al fin, logré despertarme de mis tremendas pesadillas a eso de las tres y cuarto de la madrugada, debido al ruido realizado por la contraventana chocando contra la pared a causa del inmenso viento que acontecía el lugar. Con la idea fijada en mi mente de acostarme nada más entrar en la habitación, se me había olvidado por completo cerrar el postigo para mantenerlo sujeto contra la ventana. Así que sin mucha demora, me levanté más aliviado de lo que cabía a esperar alguien en la madrugada, para huir del dichoso tormento que se generaba en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos para descansar en la noche.

Soy consciente de que puede no llegarse a comprender como unas simples pesadillas den lugar a que un hombre adulto y racional, prefiera mantenerse en vela toda la noche antes que enfrentarse a ellas en la pernoctación de su alma, pero cuando vives en un mundo donde las historias propuestas en los terrores nocturnos son lo común entre sus lindes, verdaderos delirios ocupan su lugar en tu mente, a causa de la tensión y la culpa acumuladas durante el día, haciéndote temer cada noche como si de mil batallas se tratasen. Sinceramente, desconozco si esto solo le ocurre a mi inconsciente, o también lo padecen mis compañeros, ya que me produce verdadero reparo tratar estos temas tan infantiles teniendo ya todos una edad, pero en el fondo ansiaba no ser el único que se desvivía en la búsqueda de un remedio que le librase de su tortura nocturna, aunque solo fuera por unos segundos. A cada día que pasaba buscaba nuevas soluciones para tratar el problema con la esperanza de que al fin diese con una solución que las borrase por completo de mi mente, otras noches simplemente intentaba mitigarlas con infusiones calmantes, y un poco de miel a medianoche. En esta sin embargo, la contraventana me daba una excusa perfecta para desatarme de los hilos del sueño, y descansar de ellos en la tortuosa realidad, por irónico que sonase.

Una vez en pie, guie mis pasos hasta el extremo de la habitación donde se encontraba la ventana, y con un esfuerzo considerable a causa del viento, la camuflé con la contraventana para poder seguir intentando conciliar un sueño tranquilo ahora que la estancia ofrecía un entorno más silencioso. Por lo que volví directamente, a mi lecho entre las tinieblas de la oscuridad, y con un gran suspiro adopté de nuevo mi posición dormitoria, esperando que al menos esta vez, las pesadillas me dieran un pequeño respiro en esa noche de primavera temprana en la que nos encontrábamos.

Al principio, todo parecía calmado una vez sofocado el intenso ruido, y con toda la casa sumergida en la inactividad nocturna. Así que, aprovechando la paz de la que disponía, me dispuse a cerrar los párpados para conciliar de nuevo el sueño, pero en su lugar un fuerte ruido quiso acompañarme en ese preciso instante donde la vigilia ya estaba siendo vencida en mi cabeza.

Al escucharlo me incorporé de golpe temiéndome algún infortunio. Si de algo me había servido vivir estos meses en estos parajes había sido para reconocer el peligro cuando se presentaba amenazante tras un hecho que podríamos pasar por banal en otras circunstancias. Así que con una gran concentración, me centré en rastrear la estancia en busca de algún elemento perturbador que hubiera sido el causante de producir tal ruido, pero por más que busqué en sus dominios, no encontré el menor atisbo de disparidad en mi entorno.

No me di por vencido ante la idea de dejarlo pasar, así que, esta vez desde mi posición, congelado ante la idea de moverme de nuevo en ese umbral de incertidumbre, me quedé escuchando atentamente al lugar, esperando que él mismo pudiese decirme a su manera lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Pero por más que esperé su respuesta, no sucedió nada más. El silencio se perpetraba por la habitación haciendo caso omiso de las alarmas aparecidas en mi mente ante lo acontecido. Nada ni nadie parecía estar perturbando mi lecho a estas horas intempestivas, por lo que volví a recostarme imaginando que mi sueño inquieto había sido el causante de tal alarma ficticia. Pero en el momento en que mi cabeza tocó la almohada de nuevo, otro ruido, esta vez producido por una puerta colindante me indicó que no era el único en vela en esta casa.

Me levanté de golpe, y con un suave andar me acerqué a la puerta de mi dormitorio, donde el clamor del ruido se oía más nítido que nunca. Fuertes pasos, repliqueos de madera, y arrastramiento de muebles se habían unido al festín de la noche, donde yo era un participe no invitado que lo escuchaba todo desde el piso de arriba.

Me aferré a buscar un buen ángulo donde poder esconderme entre las sombras, y una vez encontrada la posición deseada, busqué a tientas el pomo y con sumo cuidado, entreabrí la puerta para poder escuchar con más claridad lo que estaba sucediendo al otro lado de la puerta, pero por más que visualicé los alrededores desde mi camuflaje improvisado, no logré descifrar nada. Los sonidos eran más débiles en esta ocasión, y solo una luz pálida que venía del piso inferior me indicaba que algo estaba pasando. Así que me dispuse a ir más allá, avanzando con suavidad hacia el pasillo, para fijarme en las habitaciones colindantes. Todas estaban cerradas y sin movimiento aparente en sus interiores, lo que daba a entender que él único habitante despierto, y que por ello podía hacer algo en esta situación, era yo. Por lo que volví sobre mis pasos para recoger el batín de mi habitación, y me dispuse a bajar lentamente las escaleras, para no dar a nuestro visitante la oportunidad de escapar.

Una vez abajo me dispuse a buscar la estancia donde los hechos tenían lugar. En primera instancia pensé que podía tratarse del comedor, pero una vez avanzado mis pasos hacia el emplazamiento estimado, me di cuenta de que la luz no provenía de sus lindes, sino de la estancia que le acontecía, la cocina. Por ello, cambié ligeramente mi rumbo, e interrumpí en ella abruptamente con la carta de la sorpresa en mi poder. No sabía entonces que un revés de la vida, haría que esa carta se volviera en mi contra, sorprendiéndome más de lo que jamás me hubiese imaginado, debido a la estampa que estaban recogiendo mis ojos.


-“¡Hola!”- Una palabra tan llena de energía me daba la bienvenida a la cocina, seguida por una sonrisa que jamás pensaría que acabaría viendo en este momento. - “¿Ves? Ya has despertado a Tomek. Te dije que estabas haciendo mucho ruido.”- Jason recriminaba a Cameron su comportamiento con total naturalidad, mientras yo me había quedado clavado en el sitio de la incredulidad de la imagen. - “¡Es que me moría de hambre! Llevaba días sin comer. O bajaba a por algo, o te pegaba un mordisco a ti”-. Los dos se rieron ante las palabras de Cameron, y yo me uní a ellos lleno de alegría. Todo parecía un sueño, un insólito sueño del que no quería despertar en la vida. Cameron había salido del tortuoso trance de la muerte, y en estos momentos no cabía más de gozo por ello. Agradecí mentalmente a Jack su osadía de haberme traído la cura, y sin más mención fui a estrecharlo entre mis brazos con un cariño tan profundo que solo mis hechos podían expresar en estos momentos.

Una vez superado el shock inicial, quise saber cómo había ocurrido la milagrosa recuperación que había tenido hacía unos minutos. Así que mientras el chico seguía revolviendo toda la cocina en busca de algo para comer, aproveché para sentarme al lado de Jason en la mesa central, y preguntarle directamente sobre la experiencia vivida. - “Aun no puedo creer que esté tan vital después de todos esos horribles días en que su cuerpo se había estado debatiendo entre la vida y la muerte.”- Mis palabras eran de lo más sinceras. A pesar de haber sido yo quien le había dado la medicación correspondiente para lograr su cura, aun me parecía algo insólito que hubiera actuado con tal eficacia, y en un estado tan avanzado como en el que se encontraba Cameron. Esto había sido realmente un milagro imposible de explicar.- “Se cómo te sientes, Tomek. Yo estoy igual. En cuanto entré en la habitación seguía tan dormido como cuando lo dejaste tu al final de tu guardia, pero de pronto, de madrugada se despertó, y es como si nada hubiera sucedido. Estaba tan vital que realmente pensaba que me había quedado dormido, y estaba soñándolo todo. No fue hasta que se empeñó en bajar a comer algo, cuando empecé a tener conciencia sobre lo ocurrido, y actué diciéndole que lo hiciera para recuperar fuerzas. Al principio dudaba de que fuera una buena idea, pero parece ser que la comida le está sentando bien, así que no tenemos que hacer más que agradecerle a Magda los cuidados, y las medicinas que le ha proporcionado. Al fin y al cabo, ha sido casi todo mérito suyo. Nunca podré compensarle lo suficiente todo lo que hace por nosotros”-. Mientras hablaba miraba hacia Cameron con una sonrisa en los labios que indicaba que realmente estaba tremendamente aliviado gracias a su recuperación. Yo también lo estaba, pero un peso en mi corazón hacía que mi satisfacción no fuese del todo plena. Yo sabía quién había sido el causante de su milagrosa recuperación. Sabía quién había sido el héroe que arriesgó su propia vida para volver a la casa de sus captores para darles una medicina que curaría a uno de los suyos. Ese gran hombre tenía un nombre, y por desgracia no había sido el de Magda. Era uno que conocía muy bien mi amigo sentado a mi izquierda. Por lo que me propuse a decirle la verdad antes de continuar con la conversación. - “Sobre eso, Jason, verás, tengo que contarte una cosa. Sé que todos hemos hecho lo indecible por el chico, pero en realidad...”-. A mitad de la explicación corté abruptamente mis palabras. Un grito en seco resonó desde la puerta, atrayendo al instante nuestra atención en esa noche oscura que reinaba entre nosotros. Jason y yo nos recolocamos en nuestros asientos para poder ver de quien se trataba, mientras Cameron ya había salido al encuentro de nuestro misterioso acompañante con una amplia sonrisa en el rostro. - “¡Hola Peep!, estaba preparando café para todos ¿te apetece uno?”- Con dichas palabras tan coloquiales, Cameron abrió los brazos y abrazó afectuosamente a Peep, el cual se había quedado petrificado en el sitio susurrando. - “No puede ser. Esto es imposible”-. Mientras miraba al muchacho que tenía entre sus brazos. En cuanto se apartó le sonrió, y acto seguido sus ojos se desviaron hacia mi persona con una gran suspicacia en el rostro, que me indicaba la sospecha que volaba a su alrededor sobre mi participación en este hecho. Pero no me preocupó lo más mínimo. Ahora que todo había pasado, me sentía de lo más orgulloso de mis actos, y en cuanto estuviéramos todos sentados a la mesa pensaba aclarar el tema con premura para que no quedase ningún asunto en el tintero que pudiese malinterpretarse. Así que sin más, aproveché la mirada de Peep para invitarle amablemente a nuestra mesa, y los cuatro juntos disfrutamos de la velada nocturna más alegre que habíamos tenido en meses.

Magda fue la última en unirse a nuestra improvisada reunión, ya al amanecer. Y en cuanto vio lo que sucedía no tardó ni un segundo en ir al encuentro de Cameron para fundirse con él en un gran abrazo cargado de emoción. Todos estábamos encantados con ese momento, y parecía que el resto de contrariedades se habían desvanecido en cuanto el muchacho volvió a tenerse en pié por sí solo. Pero por mucho que lo ignorásemos, los problemas seguían ahí acechándonos tras las lindes de nuestro nuevo hogar. Por lo que, aprovechando nuestra reunión matutina alrededor de la mesa del desayuno, Cameron expuso una idea que aunque a mí no me pillase de sorpresa, al resto parecía haberles caído como un jarro de agua fría, sobre todo después de haber vivido unos momentos tan dulces en estas últimas horas. - “Bien, ahora que estamos todos aquí, quería dar las gracias a cada uno de vosotros por haberme cuidado tanto en estos días. Habéis sido el mejor apoyo que he tenido en estos duros momentos, y os prometo que jamás lo olvidaré.”- Nos sonrió con esa dulzura aniñada que le caracterizaba, y todos correspondimos a sus palabras con un asentimiento de afecto. Al fin y al cabo, lo habíamos hecho con la mejor de las intenciones, y tenerle a nuestro lado sano y salvo, había sido el mejor premio que podíamos haber recibido por ello. Sin embargo, la interrupción a nuestras respuestas de afecto fueron cortadas por el mismo, para seguir exponiendo el verdadero motivo por el que nos estaba hablando a todos en conjunto. - “Gracias, chicos. También quería comentar algo que sé que no os va a agradar, pero que es de vital importancia para mí, y necesito saber que cuento con vuestro apoyo.”- Todos se quedaron extrañados de su exposición pero se quedaron en silencio sin hacer ni una sola pregunta a la espera de que Cameron se explicase, por lo que el chico, cogiendo aire para infundirse valor soltó. - “Me gustaría ir a ver a mi padre lo más pronto posible para poder hablar con él cara a cara, así que en cuanto el sol esté más alto, partiré hacia el ayuntamiento para verme con él. Se de antemano que es una locura, pero es algo vital para mí, y espero que lo comprendáis, y me dejéis hacer a mi voluntad”-. En cuanto terminó, como era previsible, un aluvión de respuestas negativas volaron hacia él como cuchillos a una diana. Desde temas que tocaban su raciocinio, hasta los más comprensibles sobre su salud, atronaban en la estancia como si se fuera a morir el mundo si no se expusieran lo más pronto posible. Yo por mi parte, me mantenía en el más absoluto silencio postrado en mi asiento, mientras observaba la cara de desolación que recorría el rostro de Cameron ante las negativas de los presentes. Podía recordar las últimas palabras que me había dedicado el chico en el peor momento de su enfermedad, y como sus deseos de reunirse con su padre se estaban viendo frustrados por aquellos que consideraba sus más queridos compañeros, por lo que me decidí a intervenir, haciendo un gesto que incitaba a la calma con las dos manos, hasta que logré detener la intensa recriminación que estaba sufriendo de forma paulatina, y en cuanto mis amigos parecían haberse calmado en una cierta medida, expuse de forma pausada. - “De acuerdo. Puedes ir. Pero solo si dejas que yo te acompañe”-.

Esto es todo por hoy. Si os acercáis a estos parajes no dudéis en visitar la cabaña escondida en el bosquejo profundo, donde hace unas horas se ha producido un milagro. Os invitaremos gustosos a la celebración de la vida que disfrutamos en estos momentos.
Con afecto.
Tomek Sikorski
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