viernes, 27 de enero de 2017

36. El inesperado giro de los acontecimientos.

Nota: Treintaiseis capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


Tomek, en el momento en que leas esto, y sé que lo harás por mucho que me digan que abandone toda esperanza de encontrarte, sabrás el por qué he seguido escribiendo tu historia a mi manera.

He encontrado este cuaderno por la mañana cuando acudí a buscaros a Cameron y a ti como os había prometido en la nota que os hice llegar, y me he encontrado con que a la entrada de la aldea de los campesinos había sucedido una masacre bastante grande donde tú, tristemente, habías estado involucrado.



Me enteré de esta desgracia hace más o menos un día, cuando al emprender mi viaje hacia esas tierras, bajé la ladera de camino a vuestro encuentro y pude ver como el horror aún estaba presente en la tierra a modo de recordatorio sobre lo que había pasado.

Al acercarme al terreno masacrado, me detuve para preguntar directamente a alguno de los presentes que estaban recogiendo lo que quedaba de sus compañeros del suelo para que pudiera decirme dónde encontrarte. Fue entonces cuando me dieron la fatídica noticia. Tú habías sido, como siempre, el que te habías sacrificado por el pueblo a la hora de sacar a la bestia que os amenazaba fuera de la zona habitada. Pero por desgracia nunca regresaste para decirles que estabas sano y salvo después de aquello.

Mientras me relataban la historia pude observar como estos tipejos ya te estaban dando por muerto diciendo que seguramente tus restos estuvieran en alguna zona más apartada del resto de sus amigos, así que en vez de perder el tiempo poniéndoles las cosas claras. No les dije nada más aparte de que iría a buscarte siguiendo los posibles caminos que pudieras haber utilizado en tu huida.

Una vez en marcha, me detuve a escrudiñar todos los alrededores buscando algo que pudiera darme una pista sobre qué había pasado contigo, hasta que un rastro de sangre seca situado en una esquina del páramo llamó mi atención. Este se extendía por un camino hacia la profundidad empinada del bosque, así que lo seguí y me encontré con que efectivamente, allí se había producido un tremendo desencuentro.

Durante todo el recorrido lo que más me iba encontrando eran numerosos casquillos de bala y tiros erráticos que se podían observar incrustados en los árboles del lugar. En un principio me imaginé que habrías sido tu desesperado por librarte del ser que te intentaba dar caza, pero después, al leer lo que exponías en este manuscrito me di cuenta de que tu enemigo no era otro que aquel que creía nuestro amigo. Aquel en el que había confiado para dejarlo el tema de los entresijos de Dunwich a su cargo mientras yo iba en busca de mi hermano. En cuanto le vea que no te quepa duda de que conseguiré hacerle pagar por todo lo que te ha hecho, Tomek. Tenlo por seguro.

Siguiendo con la explicación de cómo me enteré de toda la verdad, tengo que decir que no me resultó sencillo que se diga. Después de ver los proyectiles que creí erróneamente que habías efectuado tú, llegué hasta la falda de la ladera donde se perdía totalmente el rastro de la pelea tras visualizar el final que marcaba una piedra de un color extraño que me guardé en el bolsillo pensando que significaría algo que irónicamente, tú mismo me explicarías entre líneas más adelante, y una última funda de balín errática que se situaba justo en frente de mi posición.



Fue entonces cuando empecé a dar vueltas por la silueta escarpada buscando un lugar por el que descender cuando de pronto vi a unos cuantos metros bajo mis pies, la chaqueta que Henry siempre llevaba para sus momentos de cacería y que tú habías heredado gracias a la buena voluntad del chico. Esta se encontraba completamente ajada, enganchada a la rama de un árbol sin que nadie la portase.

En cuanto la ví emprendí la marcha con rapidez por donde había venido en un intento de encontrarte malherido en el suelo después de pensar que te habías desprendido colina abajo y habías acabado inconsciente en el terreno llano. Pero una vez allí me di cuenta de que no había nada que indicase tu presencia. Nada, ni si quiera otra prenda de ropa o el propio rastro de tu sangre se visualizaba por los alrededores. Habías desaparecido por completo dejándome completamente preocupado sobre lo que te podía haber pasado en mi ausencia.

Al darme cuenta de que no tenía más de tí que la cazadora que llevabas puesta en esos momentos, convencí a los trabajadores que estaban aún limpiando los restos de sus compañeros a la entrada de su poblado, de que me ayudasen a conseguir ese trozo de tela que parecía ser lo único que había sobrevivido a aquella malograda noche.

Juntos consiguieron, a través de deslizarme con unas cuerdas hasta el susodicho árbol, que lograse mi objetivo de recuperar tu única pertenencia que para ser sinceros lucía más maltrecha que nunca.

Tras la vuelta al suelo seguro, inspeccioné la cazadora en busca de algo que me ayudase a comprender mejor que había pasado con tu paradero y el del chico. Fue entonces cuando encontré junto a mi nota, un cuaderno viejo con el que siempre te veía garabateando en cuanto tenías un segundo para ti.



Aunque en un principio dudé si abrirlo si quiera en un acto de honra hacia tu privacidad, la urgencia de la situación me hizo comprender que si tenía una pista de tal calibre en mis manos debía utilizarla al menos para intentar sacar algo que me dijese donde estabais alguno de los dos. Así que, con la disculpa en mente que sé que debo darte cuando vuelva a verte, comencé a ojear sus páginas mientras me quedaba totalmente boquiabierto tras lo que me iba encontrando en su interior.

En ellas pude ver como tus miedos, incertidumbres y cuestiones afloraban tras sus páginas de una manera tan nítida que bien podría parecer que estaba reviviendo los hechos una vez más. Sabía que eras escritor y que por tanto tenías ese lenguaje tan fino y lleno de matices con el que siempre te expresabas, pero jamás pensé que lo utilizarías para describirnos con tanto cariño y empatía como lo has hecho.

Al verme expuesto en tu obra me sentí totalmente un impostor ante la versión mejorada que me dabas a través de tu afecto, haciéndome plantearme que la versión real de mí mismo jamás alcanzaría esa determinación y valentía que tiene mi yo de papel, y que ya me gustaría tener en estos momentos de dudas que se me plantean por todos los lados.

No sé cuánto tiempo transcurrió desde que comencé a leer el escrito hasta que di con el final del mismo, pues me quedé tan enganchado a tus palabras que no pude dejarlo hasta esas últimas líneas donde lo das todo por perdido y nos deseas tus buenas intenciones. Fue entonces cuando me levanté de mi asiento improvisado y continué tu búsqueda completamente enfadado con aquel que creía mi amigo y que tanto nos había traicionado, llevándote incluso hacia esa extrema situación después de que hubieras vivido toda una locura de noche.

Para ello volví tras mis pasos y me dediqué en lo que restaba de día a examinar cada uno de los rincones de este triste lugar, mientras no paraba de pensar en las fechorías que Peep te había estado haciendo desde que habías regresado al pueblo desde el este. Esas que aguantaste con un aplomo admirable, del que seguramente yo no hubiera gozado de comprender a tiempo que eran tan graves como para dejarte en esa situación.



Sabía que Peep dudada de ti y de tu lealtad para con nosotros, pero jamás pensé que llegase tan lejos en sus cavilaciones, intentando incluso matarte para que no te inmiscuyeses más en nuestra causa. En cuanto te encuentre ten por seguro que no dejaré que esto vuelva a suceder. Iré a ver a Peep y le pondré las cosas absolutamente claras, para que no se vaya de vacío tras haber realizado un acto tan absolutamente despreciable y atroz.

Ese es mi objetivo próximo a realizar. Ahora sin embargo lo que necesito es saber algo más de ti, ya que por más que rebusqué por todo el entramado del que está dispuesto esta parte del pueblo no encontré nada más que pudiera ayudarme a dar con tu paradero.

Si te digo la verdad no sé cuánto tiempo me pasé dando vueltas al lugar, pero lo exprimí al máximo sin parar si quiera para alimentarme hasta que la luz solar se esfumó y tuve que desistir al menos por ese día en darte encuentro.

Al volverme me di cuenta de que estaba totalmente agotado pero sabía que no podía irme para casa. Aún no. En cuanto me expusieron tus actos de anoche supe que eras la prioridad a la hora de encontrarte, pero ahora que había leído tus escritos sabía dónde estaba el chico, así que me fui a su encuentro intentando adentrarme en la zona de los campesinos donde al igual que tú, no fui muy bien recibido.

La guardia que estaba en la entrada no me dejó siquiera entrar en sus tierras. Tan solo llamaron a esa chica chillona que después de mucho grito a través de lo que sacó en claro de mi explicación, me sentenció que jamás dejaría que nadie se llevase a Cameron excepto tú.

En ese momento juro que hubiera entrado por la fuerza a buscarlo llevándome por delante a quien fuera con tal de recuperarlo, pero al analizar la situación pude observar que, además de que me superaban totalmente en número, andaba completamente agotado por la intensa búsqueda como para emplear la fuerza contra un grupo de personas armadas. Así que recordando lo bien que os habían tratado según tu relato, lo dejé pasar por esa noche volviéndome de regreso a casa donde te escribo atropelladamente todo esto, en un intento de darte mi parte de la historia que ahora te falta para que puedas completar esta obra maestra, dándole al mundo entero la visión de lo que ocurre en este maldito lugar donde todos hemos nacido bajo su desgracia.

Espero por ello encontrarte pronto para que seas tú mismo quien siga con este camino y nos ayude a salir de este atolladero a todos aquellos que queremos hacer de Dunwich un lugar prospero para vivir.

Se despide hasta la próxima.

Jason Alvery

viernes, 20 de enero de 2017

35. Destinos inevitables. (Segunda parte)

Nota: Treintaicincoavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

Para ir a la primera parte del treintaicincoavo capítulo pulse aquí:  Primera parte


- “¿De qué estás hablando, Peep? ¡Yo no le he hecho nada ni a Cameron ni a nadie en esta aldea!”- En cuanto el cazador me expuso su acusación no pude frenar el avance de estas palabras en respuesta sin importarme si quiera el hecho de que su arma siguiese apuntando a mi pecho a modo de amenaza. Estaba tan súbitamente alterado por el agravio de sus dichos que quise defenderme lo antes posible para que no pendiera sobre mí tal losa que intentaba colocarme sin motivo alguno.

Podía llegar a comprender que al ver la dantesca escena que se mostraba a mis espaldas, se pensase que tenía algo que ver debido a que nunca confió plenamente en mis propósitos. Pero de ahí a señalarme como el autor de algo que ni si quiera se había producido ya clamaba a lo absurdo de la situación. Por ello, después de defenderme de sus crueles misivas me lo quedé mirando tensamente, enfrentándole orgullosamente con mi acto en un intento de que pudiese entender que no temía a sus falsedades, mientras me respondía con la siguiente letanía.

-“Estás tan enfermo que ni si quiera te das cuenta de tus acciones. Mira hacia la aldea e intenta buscar una excusa a lo que tú mismo has causado para autoconvencerte de que no eres un chiflado que hace de las suyas en el momento en que los demás no estamos ahí para frenarte”-.



Mientras me hablaba con una voz que parecía contener una gran furia acumulada, me señaló hacia la lejanía donde la inclinación de la ladera daba finalmente al cúmulo de casas de donde había salido en mi huida, antes de embaucarme en el desastre del claro que hacía de puente entre la anterior posición y la actual, teniendo como referencia el lugar en donde me encontraba en estos momentos.

Seguido pues por su mandato, intenté observar lo nombrado con cautela por si se trataba de alguna trampa, girando levemente la cabeza en la dirección deseada para observar al fin, como había quedado el poblado tras el paso de ese ser que nos había amenazado a todos con su presencia.

Antes incluso de ver la resolución de los hechos en ese área del campo ya podía imaginarme que no sería una visión agradable para nadie, pero cuando al fin enfoqué la mirada en mi principal objetivo pude contemplar como mis cavilaciones se quedaban cortas ante la absoluta aberración que se postraba ante mí con sus entrañas al descubierto.

Si necesitara tan solo una palabra para describir la situación de la aldea supongo que utilizaría la definición de destrucción. Al menos eso era lo que podía intuirse a ambos extremos de su perímetro en el modo en que las casas, los caminos, y algún que otro cultivo habían sido arrasados por la fuerza que la criatura había aplicado tras sus mortecinos pasos, llevándose consigo toda la fe y la esperanza que aquella pobre gente depositaba en su duro trabajo cada día.

En cuanto pude visualizar la tragedia en medio de la tremenda negrura que nos envolvía, mi corazón albergó un gran pesar por esas personas que en dichos precisos momentos seguían confinados sin dar señales de vida, esperando a que el peligro pasara con el tiempo para poder así evaluar los daños y las pérdidas dadas. Me encontraba pues, yo solo ante la otra amenaza que se mostraba desafiante delante de mí, en un intento de quitarme de en medio tan solo por el hecho de que me encontraba en el momento y en el sitio menos indicados para dar cuenta de mi verdadera inocencia.

Al ver a lo que se refería sabía que podía tener la conciencia tranquila, ya que como cabría esperar en cualquier persona razonable, esos destrozos no los había podido ocasionar alguien de mi envergadura armado tan solo con un hacha tan sumamente simple. Me defendí por tanto serenamente de su ataque, haciéndole ver que sus dichos eran meras ilusiones causadas por su mente cegada por el odio y el rencor que procesaba hacia mi causa, desde hacía bastante tiempo atrás.

-“Peep lo que estás diciendo no tiene sentido alguno. Tú mismo puedes comprobar que esa devastación fue realizada por algo sobre humano, yo jamás habría podido ocasionarla y menos en el estado en el que me encuentro en estos momentos. Si me dejas, te llevaré ante el chico y juntos podremos avisar a Magda de que estamos bien, y buscar a Jason que aún sigue desapareci…”-.

No me dio tiempo a acabar si quiera mi argumento. En cuanto Peep atisbó el significado de mi idea ante el asunto común que nos concernía, disparó su arma en mi dirección sin aviso alguno, errando en el disparo por escasos centímetros. No sé bien si este hecho fue causado a posta, o si bien lo hizo a causa de la escasa visibilidad que nos estaba afectando a ambos. Tan solo pude ver que, al darse cuenta de que había errado el tiro, alzó la voz totalmente desquiciado, dándome a entender que toda mediación quedaba descartada en dicho momento, al no ver más allá de querer acabar inmediatamente con mi persona.

-“¡No me vengas con más sandeces de las tuyas! Habrás acabado con Cameron pero jamás dejaré que les hagas daño al resto. ¡Morirás aquí y ahora maldito bastardo!”-. Y con tal misiva se desató otra especie de locura en mi acusador llevada por la pena y el afán de protección que, en otras circunstancias, seguramente yo hubiera abanderado de la misma manera si sintiera que mis seres queridos estaban bajo el yugo del enemigo que tenía en frente en dichos instantes.

En respuesta, eché a correr bordeando la delimitación de la ladera con el acantilado en un intento desesperado de distanciarme de su ira recordando los viejos consejos que me había dado Jason en alguna que otra ocasión, cuando mi persona aún ni sabía disparar un arma de fuego. –“Si alguna vez te ves envuelto en algún tipo de altercado con balas de por medio”- me dijo –“intenta mantener la cabeza fría, y no te olvides de hacer zigzag para que al contrincante le sea más difícil darte en tu huida”-.



Era algo asombroso pero mientras comenzaba a correr para librarme de mi agresor, estas palabras fluyeron instantáneamente como un torrente sanguíneo hacia mi mente, sabiendo incluso que aunque hubieran sido modificadas por mi memoria, ya que Jason siempre había sido más directo hablando de lo que yo lo sería jamás, me servirían totalmente de utilidad en estos momentos. Así que, sin dudar en mi intento, lo puse en práctica al instante. Comencé a moverme por las entrañas del bosque zigzagueando, haciendo con ello que Peep errase en sus disparos de una manera considerable.

Mientras intentaba librarme de él me di cuenta de que si una cosa me había enseñado el estar con ese meticuloso compañero, era que sabía a la perfección como iba a tratar de darme en el momento en que creyese que me tenía a tiro. Ni antes ni después. Por eso, en cuanto oía el sonido de la recarga de su arma, me movía espontáneamente para uno de los lados sin seguir patrón alguno para que no pudiera tenerlo en cuenta para la próxima tirada.

Estos audaces actos enervaban al cazador, haciéndole lanzar improperios tras el seguimiento hacia su objetivo, a la vez que por mi parte me sentía de lo más orgulloso al apreciar que algo me salía finalmente al derecho en esta horrible noche por la que estaba pasando. Ojalá estuviese Jason o Henry por los alrededores para poder verlos igual de dichosos con mis progresos, mientras me echaban una mano para hacer entrar en razón a este hombre tan necio. Ojalá Henry estuviera por los alrededores a secas, para poder hablarle aunque fuera un segundo en medio de esta locura, para poder al menos alejar mi mente del eterno pensamiento sobre lo mucho que me estaban ya flaqueando las fuerzas. Ojalá no me hubiera dado aquel golpe en el pecho que ya me hacía desfallecer, sintiendo que me ardían los pulmones en cuanto cogía el aire que me faltaba cada vez con más intensidad. Ojalá no me hubiera dado ese ataque de tos que me hizo perder la concentración, llevándome consigo el disparo correspondiente en el costado de la cadera. Ojalá no me hubiera desplomado tras el impacto necesitando cada vez más oxigeno del que me llegaba tras mis aspiraciones quejumbrosas, mientras Peep se me acercaba impasible hacia la zona donde me encontraba rallada por la luz que reflejaba la luna en la superficie, haciendo de ese emplazamiento, el sitio más mortecinamente bello que podría acabar siendo mi último lugar visto en el mundo.

Dichos pensamientos fueron los efectuados desde mi repentina huida hasta mi posterior caída en los suelos más elevados del bosquejo. No sé cuánto tiempo trascurrí tumbado en el suelo, pero sabía desde el primer momento en que sentí mi peso contra él, que no podía hacer nada más en mi paupérrima posición, en donde tan solo utilizaba todas mis fuerzas para seguir respirando.

Me palpé pues el pecho para intentar controlar mis quejidos en un intento de controlación para poder al menos incorporarme, y ahí estaba, como si de una broma se tratase, el bulto que sobresalía de mi bolsillo, sabiendo que la piedra de los demonios como Jacob la había apodado, estaba ahí recordándome sus duras palabras –“Es contigo con quien viajan las desgracias”- ¡quién me iba a decir que iba a acabar admitiendo que ese impostor iba a tener por fin alguna razón en su vida!.



Mi abrumada conciencia se veía tan cerca de su final que una risa suave comenzó a surgir de mis labios mientras Peep, que al verse triunfante ante nuestro enfrentamiento se estaba acercando suavemente a mi persona, no pudo evitar aparcar su curiosidad a un lado, preguntándome el porqué de mi repentino cambio de humor. –“¿Se puede saber de qué te ríes ahora, maniaco?”-

En cuanto sus palabras fluyeron a través del aire que nos rodeaba, yo ya me encontraba acariciando la piedra entre mis dedos sin sacar la mano de mi pecho. Todo era tan surrealista que ni si quiera me entraban ganas de exponer mis pensamientos. Tan solo quería ser yo mismo quien decidiese al menos morir con honor en estos pocos minutos que me quedaban. Por eso, para realizar un último acto de rebelión más que de un pobre intento de salvamiento, le lancé a Peep la piedra a la cabeza sin ningún miramiento en respuesta. Tan solo para no irme sin haber dado el último coletazo a mi propia causa llena de sueños y esperanza.

Sin pretenderlo logré darle cerca del ojo, haciendo que Peep se llevase la mano a la cara más sorprendido que dolorido, mientras en un arrebato de furia disparaba al azar haciéndome rodar torpemente para esquivarlo.

No sabía a donde me estaba conduciendo mi esquive hasta que vi que mis piernas habían alcanzado ya el borde del abismo que conectaba con el claro a una altura visiblemente superior a la que habíamos alcanzado antes de nuestro extraño combate. Me sorprendió ver lo lejos que habíamos llegado en nuestra monserga pero claramente ese no era el momento para pensar en nimiedades, dado que Peep se encontraba ya resuelto del impacto inicial, y observando mi nueva posición a través de su mano apoyada todavía en la frente, volvía a la carga para rematarme de una vez por todas en ese mismo instante.

Fue por ello, que viendo tan cerca mi muerte decidí de manera más liberadora que escapatoria, acabar de lanzar mi maltrecho cuerpo por el acantilado para al menos ser yo quien acabase con todo eso con el poco valor que me quedaba.

Mientras me deslizaba por el bode hacia el implacable descenso que me aguardaba, pude acordarme de como la primera vez que había realizado tal temeridad había conocido a Henry el cual, al haberme visto caer, había acudido rápidamente en mi ayuda salvándome con ello la vida. Esta vez sin embargo, a pesar de haberle visualizado momentos atrás, tenía la absoluta certeza de que no vendría a mi rescate una vez más. Aunque al menos me sentía dichoso de poder acabar de una manera en que mis últimos momentos fueron compartidos con él, aunque fuese solamente en lo más profundo de mis recuerdos.

Peep pareció desistir también al ver mi último acto de osadía pues, por el silencio que ya reina en el ambiente puedo asegurar de que no fue posteriormente a la falda de la ladera a buscarme para saber si tenía que acabar el trabajo que el mismo había empezado.

Yo por mi parte, me encuentro en estos momentos enganchado a las raíces de un árbol a medio camino del suelo tras haber experimentado una progresiva caída llena de vueltas y tropiezos, que acabaron de rematar mi cuerpo malherido donde no puedo si quiera diferenciar las extremidades que están malheridas de las que no.

Apuro pues mi débil desvelo, en un intento dar rienda de lo ocurrido de esta manera caótica en mi diario, por si alguien se encontrase mis pertenencias en estos días que se sucedieran a mi posterior reposo eterno alejado de este maravilloso mundo.



Si usted es el descubridor de este cuaderno necesito justificarle que todo lo que he hecho a lo largo de este extenso recorrido ha sido con absoluta bondad, voluntad, y la mejor de las intenciones. Si a alguien haya podido ofenderle tal designio créame que lo siento pero no cambiaría ni un ápice de mis actos por mil vidas que me ofreciesen a cambio de mi renuncia.
Les desea sinceramente lo mejor a todos.
Tomek





viernes, 13 de enero de 2017

35. Destinos inevitables. (Primera parte)

Nota: Treintaicincoavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


No sé decir cuánto tiempo pasó hasta que pude al fin recuperar la conciencia de nuevo, tan solo puedo contar que en cuanto volví otra vez en mí, tenía el tremendo frío calado hasta mis huesos, y una incertidumbre sobre lo que había pasado que me dejó totalmente desconcertado mientras me levantaba tiritando en la gélida madrugada que estaba teniendo lugar en esos precisos momentos.

Una vez más me había librado de la muerte de una manera tan fortuita que aún no acertaba a creérmelo. Era más la sensación de desasosiego que me invadía en todo mi ser al recordar lo ocurrido la que me hizo retomar, a pesar de mis heridas, la situación de alerta que me mantenía absorto en un único pensamiento.

-“Henry…”- Susurré para mí dándome cuenta de lo que había sucedido durante mi encarnizada lucha con la bestia de la aldea. Mi querido amigo al que hacía demasiado tiempo que daba por muerto me había llamado desde la lejanía en el momento en que me retiraba a ese monstruo del medio, dejándome una vez más en esta vida agónica que por fin mostraba un poco de esperanza al traerlo de nuevo a nuestras vidas de esta manera tan repentina.

-“¡Henry!- Grité esta vez al aclarar ya del todo mis ideas e intentar por ello localizarlo cuanto antes en esta dantesca estampa en la que estaba envuelto. Miré por primera vez en plena conciencia a mi alrededor para focalizar donde podría estar mi amigo, pero por más que rebusqué en la totalidad de la estampa solo me encontré con la misma imagen que me había dado la bienvenida cuando me adentré a este paraje desde dentro de la aldea.



Los campesinos que se encontraban a esa hora vigilando el lugar habían fallecido sin haber podido si quiera plantarle una batalla justa a ese ser que nos amenazó sin pudor en esta fría noche mortecina. Sus cuerpos por ello, se encontraban totalmente dispersos a lo ancho del claro, dejándome el apenamiento correspondiente ante tal masacre, mientras el temor crecía en mi interior haciéndome ver la cruda realidad.

Recordaba vivamente mis últimos momentos de conciencia, como Henry me defendía disparando directamente a mi agresor, liberándome con tal acto de su implacable agarre. Pero, por más que hubiera intentado aferrarme a la vigilia, no había podido resistir lo suficiente como para saber si había acabado completamente con él gracias a dicho esfuerzo, o por el contrario se había abierto un peligroso encuentro con la bestia al intentar ayudarme, en donde finalmente él saliese más perjudicado incluso que mi persona.

Ese horrible pensamiento me hizo estremecer de horror ante todo lo que acontecía. Tenía sentido que si yo me había despertado por mi propio pie, en medio de donde me había desmayando sin ningún atisbo de ayuda por ninguna parte, podría significar que toda esperanza se viese desvanecida por otro duro golpe de realidad.



Por ello, lo primero que hice nada más darme cuenta del peligro que implicaba ese mortecino silencio, fue acercarme a las pobres victimas que fueron desgraciadas con tal calamidad, para observar si alguna de ellas era mi amigo en cuestión.

Pude encontrar gracias a ello, mi hacha que tan pronto como la vi la agarré entre mis manos para tener algo con lo que defenderme por si algún ser se adentrase en estos parajes mientras yo estaba observando los cadáveres que, como era de esperar, ninguno se correspondía con la imagen del cazador que tan vívidamente tenía gravada en mi mente. Tan solo pude reconocer el rostro de David, el campesino que nos había encontrado en el bosque hacía ya unos días, y a algún lugareño más del lugar, dejándome totalmente apenado al conocer su destino, e inquieto a su vez, al saber que si Henry había estado por aquí, algo le había empujado hacia otra parte a la fuerza para no quedarse a mi lado durante mi reciente inconsciencia nocturna.

Al terminar de examinar concienzudamente el lugar, también caí en la cuenta de que mi atacante no se encontraba por ninguna parte. Podía ver como la sangre al lado de donde estaba mi cuerpo tendido durante mi forzado reposo, era más espesa de lo habitual dirigiéndose erráticamente por los alrededores camino hacia la espesura, pero por otra parte no se podía intuir ningún signo más de que hace unos momentos hubiera caído en ese lugar un monstruo de tal calibre.

Con esa deducción pude intuir en mayor o menor medida lo que había pasado. Henry con toda su bondad me había librado de la bestia para echársela a él encima y huir como podía bosque a través en un intento de librarse de ella, y alejarla de mí al mismo tiempo. Era el único propósito que podía sacar en claro de todo ese oscuro misterio que me amenazaba con su peligrosidad desde mi reciente despertar. Así que sin darme cuenta de que mi cuerpo no resistiría tal impacto, eché a correr en dirección al bosque gritando el nombre de mi amigo a la oscura noche que me rodeaba con su manto en la lenta agonía que sufría por el esfuerzo.



Tras mi repentina partida, pude ver que una vez más el tiempo parecía no ser mi aliado en este día pues, debido al golpe que había recibido al haber sido lanzado contra un pedrusco, mi acto respiratorio se veía afectado en una medida tan avanzada, que me obligaba incluso a pararme entre medias para coger aliento.

En estos descansos intentaba al menos ubicarme para no perder la posición sobre mi foco de atención. La sangre conducía a la parte más alta de la ladera que podía recorrerse en tan solo unos minutos, pero como mi estado físico no daba mucho más de sí, en este tiempo tan solo había recorrido la mitad de su longitud cuando un chasquido de pisadas se escuchó hacia la profundidad del bosque situado a mi izquierda teniendo en cuenta el camino inicial.

Fue por eso que en dicho momento me erguí con el arma sujetada fuertemente entre mis manos a modo de defensa, y añadiendo cierta precaución para que nada me tomase por sorpresa grité –“¿Quién anda ahí?”- con toda la fuerza que me fue posible a través del ahogamiento, en un intento de darle la oportunidad al extraño de mostrarse voluntariamente en mi rango de visión.

Esperé por tanto en guardia desde mi punto de vista dando la espalda al camino empinado por el que había subido mientras unos tímidos pasos se acercaban en respuesta a mi apresurada pregunta que seguía rondándome en la cabeza de una manera insanamente constante.

Lo más normal sería que pensase que se trataba de mi amigo perdido en el bosque, o de algún campesino que había ido detrás del rastro tal y como yo había optado por hacer. Pero la experiencia que había tenido en estos terrenos me vislumbraba que por mucho que desease que uno de estos encuentros pacíficos se diese próximamente, tenía que estar preparado también para cualquier tipo de infortunio. Lo que no podría llegar a comprender es que ese mismo hecho tan preventivo daría lugar a un malentendido de tal magnitud como el que estaba a punto de ocurrir en dichos momentos.

Al sentir las pisadas acudir a mi llamada, esperé observando la inmensa oscuridad que reinaba en la espesura, y que me impedía vislumbrar con nitidez los rasgos de la silueta que se abría paso hacia mí con cierta cautela. No fue hasta el momento en el que escuché su voz firme y fuerte diciendo –“¿Qué demonios haces tú por aquí a estas hor...? Espera, ¿pero qué demonios has hecho, Tomek?”- cuando caí en la cuenta de que Peep se encontraba ya a una distancia considerable que podía ser salvada con tan solo unos pocos pasos en su dirección.

-“¡Peep! ¿Eres tú? Dios mío, ¡no vas a creerte lo que ha pasado! ¡Henry está vivo!”- Mientras le contestaba con tal efusividad, reuní el poco aliento que me permitían retener mis pulmones malheridos, y eché a correr hacia la sombra que se había parado a medio camino al ver mi espontanea reacción.

Por mi parte, seguí corriendo aliviado de que fuera un amigo el que me hubiese encontrado, aunque no fuera el más deseado para mi fuero interno. Intenté no obstante, alegrarme de que todo estuviera saliendo como debiera, aunque debía ser el único que pensaba tal cosa, pues, al verme ya tan cerca de su persona, Peep alzó un arma contra mí, y con una voz completamente amenazante, me dijo las siguientes palabras que me dejarían completamente desconcertado en este fortuito encuentro. –“¡Alto! No avances un paso más o juro que disparo. Ni te muevas, Tomek ¿Es que no me estas oyendo? Tira ese hacha ahora mismo y retrocede si no quieres que te llene el cuerpo de balas. ¡Vamos, suéltala de una vez!”-.



Al oírle me quedé totalmente petrificado a medio camino de mi destino inicial, dejando caer el arma de mis manos para no desatar su ira contra mí. Ahora que me encontraba más cerca de él, podía ver que su cara reflejaba una hostilidad total hacia mi persona. Sabía que mi huida con el muchacho había sido un gesto tremendamente feo, pero no creí que fuera a sufrirse tanto a causa de mi osado acto. Por ello intenté apresurarme a explicarle mi punto de vista para que todo quedase solventado de una manera correcta para ambos.

–“Peep, sé que no hice lo que debiera marchándome de esa manera con el chico pero si me escuchas tengo una razón de peso que te hará ver que…”- Mis palabras quedaron completamente silenciadas al instante cuando mi compañero se acercó rápidamente a mi lado para recoger el arma que había dejado caer de mis manos. En cuanto lo vi realizar tal movimiento me quedé del todo extrañado por su comportamiento, pero cuando por fin se dirigió más allá de mi zona para observar el lugar, me di cuenta de a qué se refería con la siguiente sentencia.

-“Lo sabía. Juro que en mi fuero interno lo intuía desde que te vi aparecer por primera vez por la cabaña, pero no quería creerlo. Más que nada para no desilusionar a Henry que con tanto cariño te había acogido en su vida. Intenté hacer la vista gorda muchas veces desde que estás aquí, Tomek. Pero ahora que veo todo este destrozo no voy a permitir que hagas daño a nadie más en toda tu vida. Pagarás por todo lo que has hecho desde el primer momento que pisaste estas tierras. Eso tenlo por seguro”-.

Peep volvió a alzar el arma contra mi cuerpo mientras yo aún intentaba recapitular todo lo que me había dicho en el transcurso de su discurso. Me llevé la mano al pecho para enfatizar las palabras que estaba a punto de decir en mi defensa cuando me di cuenta de la pegajosidad del mismo que delataba el inmenso horror que acababa de vivir.

Fue entonces cuando me di cuenta del verdadero significado que guardaba la desconfianza de Peep. Mi arma y mis sucias ropas daban a entender algo que no se correspondían con la realidad. Por lo que, tras mi descubrimiento, intenté hacerle ver que se confundía enormemente con sus precipitadas conclusiones.

-“Peep, estás pensando cosas que no son. ¡Yo jamás haría daño a nadie! ¡Una de esas bestias apareció de repente y fue todo una locura! Ven te llevaré con el chico para que veas que está bien, y te des cuenta entonces de que lo que piensas es simplemente un terrible malentendido.”—

Mis ecos salían atropelladamente de mi boca en un intento de zanjar esa agónica acusación de una vez por todas. Quería limpiar mi nombre de cualquier culpabilidad que se me estaba atribuyendo sin razón. Pero lo que no sabía era que Peep tenía otra información que darme, una revelación que me dejaría totalmente devastado ante la crudeza de su significado dejándome pues, más desolado de lo que nunca haya estado alguna vez en la vida.

–“Déjate de monsergas, Tomek. Sabes tan bien como yo que el chico ha sido otra víctima más de tu horrible atrocidad. Así que olvídate de intentar convencerme de tus alucinaciones, y prepárate para tu final”-.

Continuará…

viernes, 6 de enero de 2017

34. Huidas incontroladas.

Nota: Treintaicuatroavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


En cuanto escuché su alarido de terror dejé todo lo que estaba haciendo en esos precisos instantes para ir corriendo a la puerta principal y descubrir la terrorífica estampa que se abría ante mí. Unas patas alargadas y finas sobresalían agudamente del maltrecho cuerpo de una horrible criatura que se vislumbraba lejana en el horizonte mientras avanzaba de manera notable con su movimiento errático hacia la zona de la casa.

Freyja por su parte, había tirado su plato de comida ya vacío al levantarse de golpe de su asiento improvisado situado en la entrada, donde aún se encontraba completamente aterrada por lo que se le venía encima. La chica sabía tan bien como yo que si este ser había pasado la barrera humana de la guardia de la entrada sin que nadie diese la voz de alarma, solo podía significar una cosa. Que todos ellos estaban muertos o gravemente heridos tras el paso de ese terror andante que ahora venía a por nosotros con una gran determinación en sus designios. Nos encontrábamos por tanto, al absoluto merced de nuestros actos es este desolado lugar donde aún no había podido encontrar ni una sola recarga de mi arma para poder defenderme nuevamente de tales ataques.

No sé si fue por mi instinto protector o por el calor del momento, pero lo que hice nada más ver a ese monstruo en mi rango de visión fue echar a correr en dirección a la muchacha que seguía petrificada del pánico, para agarrarla por el hombro con fuerza mientras le decía. –“¡Vamos, vuelve a la casa y asegúrate de que nadie más sale de ahí! ¡Yo me encargaré de él!”-

Freyja al oírme giró su cabeza lo suficiente como para enseñarme su rostro de horror desconcertado por mis osadas palabras a las que tan solo tuvo unas frases inconexas en respuesta. –“¿De qué…? ¿De qué estás hablando? ¿Estás loco? ¡Si te quedas aquí morirás!”-

Mientras me expresaba tales temores yo ya había perdido toda forma de decoro y me había apresurado para llevarla a rastras en dirección de la puerta. La chica al comprender que la muerte no me asustaba lo más mínimo en esta oscura situación debido a mi sentido acuciado del deber, intentó zafarse de mi agarre para hacerme entrar en razón, pero al ver su hecho para con mi persona no tardé en explicarle que esta situación no merecía más remedio del que yo proponía en dichos instantes. –“¡No podemos perder el tiempo! ¡Escucha! ¡Intentaré sacarla de aquí utilizándome a mí mismo como señuelo! ¡Tú enciérrate en casa y no dejes que nadie salga pase lo que pase! ¡Vamos corre!”-



Presa del pánico, la chica por fin entró en razón al escuchar mi disparatado plan y se fue como un rayo en dirección a la casa sin replicar nada más mientras yo le hacía frente al ser que seguía su avance de una manera torpe pero insalvable, a través de la ladera que teníamos en frente de la casa y que daba directamente hacia mi persona. Fue entonces cuando al sentir abrirse la puerta, escuché mí nombre salir de sus adentros en forma de advertencia para llamar mi atención.

Al girarme tras oír la misiva pude ver a la anciana ya sujeta al marco de la puerta, intuyendo seguramente lo que estaba sucediendo en dichos momentos desconcertantes aunque no pudiera visualizarlo debido a su total invidencia.

Esta al sentir que no contestaba a sus réplicas, hacía señas al aire con una mano para que fuera con ellas mientras en la otra agarraba inútilmente un hacha bastante rústica con la que habíamos partido las ramas de nuestros amuletos en el cuervo enjaulado unos momentos atrás en la tarde. En dicho instante en que la señora se inclinaba hacia delante para hacerse más visible en su llamamiento Freyja llegó a su lado, y agarrando fuertemente el particular arma que llevaba su abuela a modo de defensa, se la arrebató y antes de cerrar la puerta con fuerza tras de ellas, la lanzó directamente hacia mi dirección en un intento de darme algo con lo que defenderme.

Al ver el objeto posarse en el suelo con un ruido bastante sonoro me acerqué a su posición para recogerlo y así ganar algo más de tiempo. La bestia parecía obstinada en darnos alcance seguramente atraída por el intenso ruido que estábamos haciendo con nuestros actos, así que antes de dejar que se acercase más a la zona de los hogares, me decanté por llamar su atención para que se desviase de este lugar y, con un poco de suerte, sacarla por la entrada principal de donde había venido momentos atrás. Una vez allí ya se me ocurriría algo para librarme a mí mismo de semejante ser.

Podría subirme a algún árbol, o esconderme en cualquier rincón a la espera de no ser visto. Cualquier cosa que se me ocurriera en ese momento podría valer con tal de evitar una tragedia mayor a la que ya estaba ocurriendo en estos precisos instantes delante de mis narices. Ahora en lo que me tenía que concentrar era en hacer dar la vuelta a mi contrincante de una manera abrupta para que no se fijase en lo que dejaba atrás en dicha decisión.

Estuve por ello pensando con rapidez una manera eficaz de sacar adelante tal acción, y por más vueltas que le daba al asunto solo se me antojaba una disparatada manera tan rematadamente peligrosa que estaba seguro de que si salía bien el éxito estaría asegurado. Esta era sin duda la solución de correr en dirección hacia ella para que pudiera perseguirme explanada a través en busca de la salida.

Sabía que dicho acto requería un riesgo altísimo para mi persona pero no me quedaba otra si quería librar al pueblo de su peligrosidad inminente. Ya que, el monstruo ladeaba ya su cuerpo al sentirme cerca de su rango de percepción, y con un ruido hueco propio de los de su especie, se disponía a abalanzarse sobre mí en cualquier momento en que viese propicia la ocasión. Fue entonces cuando aproveché la situación que se me presentaba, y con un movimiento en diagonal, para aumentar la distancia entre nuestros cuerpos, eché a correr hacia su posición con el hacha fuertemente sujetada en frente de mi pecho, por si tenía que echar mano de su utilidad en cualquier momento del acto efectuado.



La criatura, al sentirme tan cerca de sus dominios, se retorció para poder darme alcance con sus brazos alambrados, pero por suerte la distancia hizo que solo pudiera arañar la ropa que llevaba puesta en esos momentos, haciendo que mi costado comenzase a arder de inmediato al haber recibido un arañazo considerable en mi piel ya desnuda en el lugar dañado por su ataque.

Intenté ignorar el dolor, y gracias a la adrenalina que brotaba ya en mi interior invadiendo por completo mis sentidos, comencé a correr con todas mis fuerzas mientras sentía que los chirridos de la bestia se alzaban detrás de mí en una persecución que se estaba presentando más reñida de lo que creí en un principio, puesto que mi rival al observar mi huida, parecía haber aumentado su velocidad hasta tal punto que lo sentía prácticamente a mis espaldas a cada paso que daba.

Esto dificultaba tremendamente mis esfuerzos por salvaguardar mi integridad física ya que, aunque en estos momentos llevaba claramente la delantera en la huida, mi ventaja era tan mínima que cualquier simple tropiezo podría ser fatal para mi vida. Intenté pues mirar a ver si alguien entre las sinuosas calles de esta aldea ruralizada salía a mi encuentro uniéndose a los refuerzos que tanto anhelaba en estos precisos instantes a que aparecieran. Pero por desgracia mis esperanzas se desvanecieron casi al instante de ser concebidas, pues como me imaginaba que pasaría, al entrar en la zona de los hogares nadie acudió a mi encuentro. Todos parecían haberse encerrado en sus casas al igual que la vez anterior, esperando que el peligro pasase, mientras rezaban para que no les tocase a ellos la fatalidad de la noche que caía sobre sus cabezas en forma de una desolación insalvable para sus pobres almas.

Seguí por tanto avanzando a gran velocidad mientras el derrumbamiento de techados y diversos materiales de la superficie, se estrellaban detrás de mi persona con gran sonoridad. Al parecer mi persecutor se estaba agarrando a todo aquello que se encontraba por el camino para darse impulso hacia su presa que estos momentos ya estaba vislumbrando la paupérrima verja destrozada de la entrada de donde había aparecido tal animal. Tan solo me quedaba intentar rodear los innumerables obstáculos que correspondían a los restos de madera y demás utensilios fabricados para obstaculizar el acceso a la aldea, y tendría el tiempo suficiente para actuar con mayor ventaja en las profundidades oscuras del tormentoso bosquejo que se abría ante mí en forma de horizonte. Estaba pues a unos minutos de alcanzar el éxito de mi disparatado plan que estaba efectuando en estos precisos momentos bajo la penumbrosa luz de la luna.



Intenté por ello aumentar mi distancia para salvaguardar los escasos metros que me quedaban hasta el campo abierto con la bestia gritando cada vez más enfurecida a mi espalda al ver que sus innumerables tentativas de darme alcance acaban siempre en un súbito fracaso. Me concentré pues en ignorarla para no desconcentrarme, y me dispuse a esquivar a duras penas los restos de la destartalada portilla que se esparcían por el suelo, a la vez que tanteaba la forma de no perder el ritmo para no ser alcanzado y devorado en el acto más osado del final de la travesía.

Finalmente conseguí cruzar todo el umbral sin complicaciones y con una gran alegría en el cuerpo, ya que, a pesar de mi acuciado agotamiento tras dicha frenética carrera, me encontraba ya en el extenso claro que me daba de gran agrado la libertad mientras saltaba ya el último trozo de la destrozada apertura que había vivido tiempos mejores.

Tras este hecho me hinché de alegría al verme tocando las ansiadas mieles del éxito, sin poder si quiera augurar entre el positivismo de mi alma, que mi esperanza se vería truncada en dichos instantes por la más banal de las fatalidades.

Si soy sincero he de decir que me di cuenta justo en el momento en que mi apresurado pie, se posaba de nuevo en el esperado suelo después del último salto que junto al resto de la trepidante travesía me habían dejado más agotado de lo esperado.

Había calculado todo improvisto antes y durante del acto transcurrido. Incluso había predicho lo que había ocurrido de la que hablaba con Freyja antes de destapar toda esta locura de huida. Fue incluso el razonamiento exacto que había vivido en frente de mi nuevo hogar el que me vino a la mente mientras perdía el equilibrio estrepitosamente en frente de lo que iba a ser mi mayor triunfo en esta noche.

Estaba claro que si la bestia había atravesado la portilla es que todos los campesinos que hacían el turno de guardia estaban muertos o mal heridos. Y si esos cuerpos habían sido masacrados era de rigor contar con que el suelo estaría atestado con lo que quedaba de ellos en un amasijo de sangre y destrucción con el que yo no parecía haber contado hasta el momento en que al rozar el suelo nuevamente tras mi paso hacia dicha zona, mi zapato se deslizó resbaladizamente debido a la rezumante sangre que había en el área expuesta, haciendo que todo lo que había construido con mi tremendo esfuerzo durante esta maldecida noche se redujese a nada al igual que ocurre con los montones de arena que son barridos por la mar en un día de tormenta.

En cuanto vi mis pasos fallar de esa manera solo se cruzó por mi mente un sentimiento de desolación tan grande que todo a mi alrededor quedó relegado a un segundo plano mientras veía como el suelo se hacía cada vez más grande a mi alcance. Fue en ese momento como para rematar la faena, cuando la inmensa criatura que me estaba persiguiendo, arremetió contra mí con una fuerza considerable, aventándome hacia un lado con toda la furia que llevaba acumulada hacia mi humilde persona.

A causa del golpe, solté sin remedio mi única defensa y comencé a rodar incontroladamente por el camino al que abruptamente había sido dirigido hasta dar con algo tremendamente duro contra mi cuerpo. Seguramente una roca imperiosa o alguna clase de árbol majestuoso que se encontraba en mi dirección, y que frenó mi avance en seco, hiriendo con ello mis costillas a causa del golpe efectuado.

A pesar del dolor que sentía, y mi visión entorpecida a causa de todos los agentes del suelo que se me habían metido en los ojos a través de mi recorrido circular, sabía que debía moverme si no quería que este fuera realmente mi fin. Por ello comencé a gatear a duras penas sin saber muy bien en qué dirección iba, a la vez que sentía los pasos de mi enemigo venir raudamente hacia mi dirección.



Al sentirlo me di prisa en salvar las distancias para comenzar a buscar el hacha que previamente se me había resbalado de las manos debido al impacto recibido con anterioridad. Sabía que necesitaba coger el arma que llevaba hacía un momento, si no quería perecer en ese mismo instante. Así que me focalicé en ese punto intentando esquivar a su vez a mi rival, pero por desgracia para mí, esa ventaja jamás se me sería dada ya que, aparte de que no tenía ni la más remota idea de donde podría haber caído, mi cuerpo no estaba lo suficientemente fuerte como para resistir otra carrera. Tan solo pude gatear esforzadamente lo que debían ser un par de pasos hasta que sentí un peso profundizar en lo alto de mi espalda, el cual me hizo caer nuevamente de bruces contra el suelo, siendo incapaz de zafarme del agarre que me tenía totalmente inmovilizado contra el frío suelo que me clavaba a su vez sus frías tierras en la cara en un intento de unirse a mi contrincante para martirizarme los dos por ambos lados.

Estaba ya pues, a merced de la bestia que me tenía presa entre sus garras mientras sentía su respiración cada vez más cerca de mi cabeza en un último anuncio de que este sería mi terrible final.

Al darme cuenta de esta terrible fatalidad intenté inútilmente zafarme mientras me ahogaba en mi propio grito desesperado por la situación. Se suele decir que cuando vas a morir escuchas y ves todo tipo de momentos y personas que se cruzan en tu vida, pero mi experiencia al menos fue distinta. Tan solo podía sentir el terror del devenir que me esperaba. Estaba tan sumamente enfrascado en mi agonía que tardé en darme cuenta de que el peso de mi espalda se aligeraba completamente, mientras una voz. Una terrible voz familiar que jamás creí volver a escuchar me estaba llamando muy débilmente en la lejanía, a la vez que yo iba perdiendo poco a poco mi debilitada conciencia. Mi querido amigo Henry que había muerto meses atrás por culpa de las actuaciones de mi persona estaba otra vez en mi vida exponiéndome algo que no lograba entender debido a mi acusada ensoñación.

Ese eco que me llamaba a través de la noche una y otra vez, llenó mi espíritu de una dulce armonía, mientras la inconsciencia me abrazaba en su profundo sueño en ese preciso final, en que todo lo que había empezado como un dulce atardecer se había convertido en una amarga madrugada.

Eso es todo por hoy, si desean encontrar estos parajes no duden en buscar una estampa completamente desolada al pie de las tierras de los campesinos. En ellas podrán encontrarme sin desentonar en el caos expuesto a través de esta imagen dantesca que proporciona el horror más primitivo que se haya conocido jamás.
Con afecto.
Tomek Sikorski