sábado, 6 de febrero de 2016

9. Aquel que todo lo ve.

Nota: Noveno capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

Pasamos los siguientes días envueltos en una misteriosa calma. Habíamos decidido dar prioridad al reposo para poder recuperarnos totalmente de nuestras heridas, por lo que reducimos el hábito de salir a lo mínimo indispensable. Tan solo acompañábamos en grupos de dos, a Magda al mercado por si algún desdichado se le ocurría hacer de las suyas a modo de venganza. El resto del día lo dedicábamos a charlar banalmente, mientras Henry y Jason me enseñaban todo tipo labores que eran de básica utilidad en Dunwich. Henry se encargaba de adiestrarme en el tema de construcción de armas caseras junto con su munición correspondiente, y Jason... Bueno, Jason se encargaba de enseñarme un poco de todo lo que se le ocurría en ese momento, como por ejemplo un día que, al ver una botella de licor de patata, se le vino a la mente la brillante idea de explicarme como si tenía alcohol a mano y unas cerillas, podía envolver en llamas a alguien en cuestión de segundos con unos cuantos movimientos calculados. La verdad es que era un tipo de lo más extraño, pero empezaba a entender ese estilo misterioso suyo. No parecía que fuera un mal hombre después de todo.

Yo por mi parte intentaba explicarles un poco la vida que llevaba antes de mudarme aquí con el propósito de investigar el pueblo. Era agradable abrirse y compartir al fin, mis vivencias con los demás lugareños, aunque he de reconocer que en comparación con las suyas, las mías parecían las historias de un niño pequeño. Todavía puedo recordar la cara de circunstancia que expusieron los tres al relatarles mi temor a dejar la ventana de la habitación abierta por miedo a repetir la experiencia de enfrentarme a una paloma descarriada que había acabado dentro de mi domicilio.
Sabía que por muy bien que nos llevásemos, el abismo que había entre ambos mundos era tal, que resultaba insalvable para una relación natural de amistad. Así con todo, procurábamos no pensar mucho en ello, teniendo en cuenta que ese era el menor de nuestros problemas.

El 28 de diciembre, Henry decidió que era hora de dirigirnos a la cabaña de los cazadores para hacerle una visita a Peep. Mientras recogíamos nuestros abrigos para adentrarnos en los fríos caminos invernales, Henry me hacía una vaga exposición sobre quién era el susodicho cazador. - “No te preocupes Tomek, es un viejo cascarrabias que pondrá mil pegas a todo lo que hagamos. Pero no lo hay como él a la hora de enterarse de todos los cuchicheos del pueblo. Aún no sabemos cómo lo hace, pero aún no ha llegado el día en que sus informaciones no nos hayan resultado de provecho en algún que otro momento. Te caerá bien, ya lo verás”-. Con un golpe afectuoso en mi hombro, Henry selló lo que parecían ser unas palabras de aliento ante lo que me venía al conocer a ese hombre tan peculiar, mientras yo me preguntaba si quedaba en ese pueblo alguna persona que pudiera considerarse normal, teniendo en cuenta que todos parecían sacados de un escenario completamente surrealista.

Mientras estos pensamientos fluían por mi mente, me di cuenta de que Jason estaba junto a nosotros preparado para partir. Me resultaba extraño ya que nadie le había comentado nada de nuestros planes, además alguien debía quedarse para vigilar la casa pero a él no parecía importarle. Con su tranquilo semblante al que nos tenía ya acostumbrados nos expuso - “Tengo que hablar con el viejo de cierto asunto así que me uno. Si la reunión decide alargarse más de lo previsto, retornaré a tiempo de que la posada no quede desprotegida al anochecer”- Y así sin más, salió por la puerta seguido de nuestros pasos, rumbo a la famosa cabaña de los cazadores en donde los rumores se detienen para dar paso a la realidad.


El camino hacia el lago resultó más ameno de lo que me esperaba en un principio. Ya plenamente recuperado, sentía como si ese recorrido fuera un leve paseo en contraposición al esfuerzo que nos costó rodear el pueblo en plena huida con nuestros cuerpos maltrechos. Una vez enfocado el bosque, no nos llevó más de veinte minutos vislumbrar el sinuoso camino descendiente que daba hacia la misteriosa cabaña que colindaba con el agua. A su lado, se podía observar como un hombre bastante corpulento, partía leña para paliar los estragos del frío. Ese debía ser Peep. O al menos eso deducía, ya que nadie mencionó nada mientras nos acercábamos a dicho sujeto. Solo cuando nuestros pasos estaban a escasos metros de él, Jason lo saludó con su serenidad habitual mientras él nos daba la bienvenida de una forma de lo más inusual. - “Me imaginaba que vendríais por estas fechas. ¿Cómo estáis chicos?”- Nos saludó de manera casual sin dejar de lado su labor, pero entonces sus ojos se posaron en mi persona y como quien no quiere la cosa expuso. - “Así que tú eres el famoso Tomek, el extranjero del este del que todo el mundo habla. Encantado. Soy Peep, me alegro de conocerte y de ver que sigues de una pieza después de haber pasado por las manos de ese carnicero psicópata de Hyter”- Me tendió una mano con firmeza y con un firme apretón de manos, sellamos nuestro saludo mientras yo me preguntaba cómo demonios se había enterado de mi historia con Hyter si nadie había pasado por ese lugar hasta ahora. Buscando respuestas miré de soslayo a Henry y a Jason, que ya se estaban encaminando al interior de la vivienda. Parecía como si estuviesen totalmente familiarizados con ese tipo de comentarios así que intenté no parecer un paranoico, y entré junto a ellos y Peep en la cabaña donde me esperaría una curiosa panorámica de cómo vivían el día a día, esta clase de hombres.

Recuerdo que cuando me desperté en la cabaña de Henry lo primero que sentí fue ese olor de metal y pólvora que flotaba en el ambiente. En esta sin embargo, el olor a desinfección y a esterilización era el que daba vida al lugar. Cada rincón, cada estante, y cada recipiente, estaban repasados con un fuerte esterilizante que se alojaba en tu nariz según entrabas por la puerta, y te acompañaba durante toda la visita. Más tarde me enteraría que la tremenda escrupulosidad de Peep, era la causante de tal embrollo, ahora sin embargo, tenía problemas más importantes en la cabeza para andar preocupándome por la limpieza del lugar. - “Viendo a lo que os dedicáis, creía que en este cobijo encontraríamos armas de todos los tipos pero veo que me equivocaba”- expuse inquieto al ver la pulcritud de la estancia. Ni un solitario cuchillo habitaba en esta morada, tan solo unas paredes lisas de madera, adornaban la cabaña junto con los básicos muebles de estar, meticulosamente colocados. Si esto era la cabaña común de todos los cazadores, estaban muy lejos de poder hacer frente a estas horripilantes bestias con esta ausencia de acción. Jason al escuchar a mi espíritu desconcertado exponer esas malogradas palabras, rió para sí mientras sacudía la cabeza con simpatía. Se ve que mis comentarios le parecían de lo más dicharacheros, o simplemente seguía sin creer a estas alturas que pudiese valer para esto. Con un gesto, ya acostumbrado a verlo en él, como es el de señalarme directamente, me dijo que le siguiera hasta la habitación superior. - “¿Habías venido con la intención de encontrarte centenares de armas, cadenas y mazmorras? Pues me parece a míh que te has equivocado de bando, extranjero. Nosotros tenemos más clase que eso. Acompáñame y compruébalo por ti mismo”-. Subimos las escaleras haciendo rechinar la vieja madera bajo nuestros pies, seguidos por Peep y un rezagado Henry al piso de arriba. Me preguntaba que sería lo que tenían ahí guardado para que Jason actuase con tanto orgullo. No tenía idea de que lo que estaba a punto de vislumbrar, sería lo que me revelaría la oculta locura que cargaban también mis compañeros de sala.

En cuanto entré en la habitación abuhardillada la penumbra no me dejaba visualizar perfectamente la estancia, pero en cuanto el quinqué fue encendido, mi corazón se oprimió de la congoja sufrida en el interior de mi alma. Mis ojos eran testigos de la innumerabilidad de papeles, armas, sangre, y miembros que estaban esparcidos, en un sepulcral orden por la sala. Mirase donde mirase, no podía librarme de los dibujos detalladamente precisos sobre los sucesos ocurridos en este pueblo, junto con su dossier correspondiente, y alguna prenda, o pedazo de alguien incluido en un tarro resplandeciente. Al contrario de lo que pudiese parecer, todo aquello tenía algún sentido para ellos. Se trataba de toda la información recogida a lo largo de estos años, sobre esas misteriosas criaturas, sus ataques, y aquellos que perdían la vida a su costa. La situación podría antojarse hasta normal para alguien criado en estos parajes, sin embargo, para mí solo representaba el horror que acechaba estas tierras y de la cual me sentía prisionero como ave enjaulada en contra de su voluntad. Empecé en ese mismo instante a preguntarme si realmente merecía la pena quedarme más tiempo en este infierno solo por unas lineas de reconocimiento. A lo mejor lo óptimo sería abandonar, tirar por tierra todo el esfuerzo, e irme de este pueblo perdido de la mano de Dios.


Al verme tan intranquilo por el descubrimiento de dicha habitación, Henry intentó en vano, explicarme un poco como organizaban todos esos documentos. - “Verás Tomek la cosa es muy sencilla. Cada uno intenta aportar algo para lograr el menor número de víctimas posibles. Normalmente Peep, organiza y recopila todo lo que encuentra y lo archiva como ves aquí. Nosotros le ayudamos en la medida de lo posible con nuestras salidas, y juntos analizamos la próxima redada para detenerla dentro de nuestras posibilidades. Aunque como puedes observar, no siempre sale como a nosotros nos gustaría”- Henry señalaba en dirección a los tarros ensangrentados mientras me exponía su rutina como quien habla de su trabajo en la granja. Yo aún era incapaz de mirar directamente a nada ni a nadie, sentía cada vez más el peso de la ansiedad en mi interior, carcomiendo mis entrañas, en un modo de imposibilitar que el raciocinio tomase parte en esta danza enajenada de la realidad. Peep por su parte se encargó de que nadie quedara en el olvido. - “No solo el mérito es mío. Cameron es el que más aporta a la orden. Mismamente, de no ser por él, Jason no estaría aquí ahora mismo”- Peep apuntó a Jason, el cual parecía que las palabras de su amigo le habían exasperado en su fuero interno. Mirándole fijamente, pero sin perder la compostura, Jason intentó salvaguardar su orgullo quitándole importancia a las palabras de su compañero. - “Intenta no restarme mérito viejo loco, que quien liberó a estos dos, y se enfrentó a ese médico chalado que es como un oso con gafas fui yo. Cameron tan solo me facilitó la huida para que Hyter no pudiera darme caza. Si ese orgulloso hubiese llamado a su grupito de tarados, en vez de creer que podía él solo con nosotros, no hubiera servido de nada que Cameron hubiese estado ahí o no. Así que piensa las cosas antes de hablar”-. Jason parecía enfadado, pero por lo que contaba a Peep no le faltaba razón. Desde que logramos huir del sanatorio siempre me había preguntado cómo Jason había podido escapar de las garras de Hyter aquella noche. Ahora sabía que había sido obra del misterioso infiltrado, el que Jason hubiese logrado alcanzarnos de una sola pieza. Me preguntaba cómo sería el hombre que había podido engañar a los testaferros. Viendo a sus compañeros, seguro que tampoco pasaba inadvertido.

Peep, buscó la manera de expresar sus disculpas a Jason para evitar que este siguiese incendiándose de aquel modo. Parecía como si supiese de sobra como suavizarle ya que con un solo gesto manual a modo de excusación, Jason serenó su crispado rostro, y siguió observando los restos ensangrentados de un tarro de cristal como si nada. Este hombre parecía conocer todos los secretos incluso de la persona más misteriosa que había conocido en estas circunstancias. Me parecía algo impresionante, digno de admirar.

En ese momento, fijé la vista en todos ellos, había dejado de pensar en lo horripilante que era esa habitación y sus circunstancias, y me había centrado en lo que realmente era importante. Las reacciones humanas adaptadas al desconcierto sobrenatural. Esas personas habían sido capaces de lograr encauzar una vida en torno a un problema de una magnitud descomunal, dando lugar a unos dones que jamás habría imaginado. Debía, por ello, quedarme y empezar a averiguar más, sobre todo lo que está pasando, y de cómo su efecto moldea a las personas en lo que son en la actualidad. - “Todo esto me parece asombroso. Habéis sido capaces de organizaros a vuestra manera para combatir al mal que os acecha con fuerza y aplomo. Me alegra que hayáis depositado en mí vuestra confianza a la hora de mostrarme vuestros informes, no os defraudaré. Os ayudaré en todo lo que pueda para librar de todo mal a estas buenas gentes”-. Al oír mis sinceras palabras Henry me dio un golpecito de afecto en la espalda. Sabía que agradecía mis esfuerzos por ayudar en aquella delicada situación. Jason sin embargo, solo se limitó a mirar de reojo, mientras Peep cogía fuerzas para exponerme una terrible verdad que me acecharía durante los próximos días. -“Me alegra oírte decir eso Tomek. Porque aunque no quisieras este treinta y uno habrá un gran baño de sangre, y tú serás el plato principal.”-.

Esto es todo por hoy, si os acercáis a este pueblo perdido de la mano del raciocinio y la cordura recordad, en la casa de los cazadores siempre estaréis a salvo, pero cuidad vuestros secretos, puede que el hombre que esté detrás de la puerta averigüe vuestras intenciones antes incluso, que vosotros mismos.
Con afecto.
Tomek Sikorski

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