Nota: Treintaicuatroavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí: Capítulo 1
En cuanto
escuché su alarido de terror dejé todo lo que estaba haciendo en esos precisos
instantes para ir corriendo a la puerta principal y descubrir la terrorífica
estampa que se abría ante mí. Unas patas alargadas y finas sobresalían
agudamente del maltrecho cuerpo de una horrible criatura que se vislumbraba lejana
en el horizonte mientras avanzaba de manera notable con su movimiento errático
hacia la zona de la casa.
Freyja por su
parte, había tirado su plato de comida ya vacío al levantarse de golpe de su
asiento improvisado situado en la entrada, donde aún se encontraba
completamente aterrada por lo que se le venía encima. La chica sabía tan bien
como yo que si este ser había pasado la barrera humana de la guardia de la
entrada sin que nadie diese la voz de alarma, solo podía significar una cosa.
Que todos ellos estaban muertos o gravemente heridos tras el paso de ese terror
andante que ahora venía a por nosotros con una gran determinación en sus
designios. Nos encontrábamos por tanto, al absoluto merced de nuestros actos es
este desolado lugar donde aún no había podido encontrar ni una sola recarga de
mi arma para poder defenderme nuevamente de tales ataques.
No sé si fue
por mi instinto protector o por el calor del momento, pero lo que hice nada más
ver a ese monstruo en mi rango de visión fue echar a correr en dirección a la
muchacha que seguía petrificada del pánico, para agarrarla por el hombro con
fuerza mientras le decía. –“¡Vamos, vuelve a la casa y asegúrate de que nadie
más sale de ahí! ¡Yo me encargaré de él!”-
Freyja al
oírme giró su cabeza lo suficiente como para enseñarme su rostro de horror
desconcertado por mis osadas palabras a las que tan solo tuvo unas frases
inconexas en respuesta. –“¿De qué…? ¿De qué estás hablando? ¿Estás loco? ¡Si te
quedas aquí morirás!”-
Mientras me
expresaba tales temores yo ya había perdido toda forma de decoro y me había
apresurado para llevarla a rastras en dirección de la puerta. La chica al comprender
que la muerte no me asustaba lo más mínimo en esta oscura situación debido a mi
sentido acuciado del deber, intentó zafarse de mi agarre para hacerme entrar en
razón, pero al ver su hecho para con mi persona no tardé en explicarle que esta
situación no merecía más remedio del que yo proponía en dichos instantes. –“¡No
podemos perder el tiempo! ¡Escucha! ¡Intentaré sacarla de aquí utilizándome a
mí mismo como señuelo! ¡Tú enciérrate en casa y no dejes que nadie salga pase
lo que pase! ¡Vamos corre!”-
Presa del
pánico, la chica por fin entró en razón al escuchar mi disparatado plan y se
fue como un rayo en dirección a la casa sin replicar nada más mientras yo le
hacía frente al ser que seguía su avance de una manera torpe pero insalvable, a
través de la ladera que teníamos en frente de la casa y que daba directamente
hacia mi persona. Fue entonces cuando al sentir abrirse la puerta, escuché mí
nombre salir de sus adentros en forma de advertencia para llamar mi atención.
Al girarme
tras oír la misiva pude ver a la anciana ya sujeta al marco de la puerta,
intuyendo seguramente lo que estaba sucediendo en dichos momentos
desconcertantes aunque no pudiera visualizarlo debido a su total invidencia.
Esta al
sentir que no contestaba a sus réplicas, hacía señas al aire con una mano para
que fuera con ellas mientras en la otra agarraba inútilmente un hacha bastante
rústica con la que habíamos partido las ramas de nuestros amuletos en el cuervo
enjaulado unos momentos atrás en la tarde. En dicho instante en que la señora
se inclinaba hacia delante para hacerse más visible en su llamamiento Freyja
llegó a su lado, y agarrando fuertemente el particular arma que llevaba su
abuela a modo de defensa, se la arrebató y antes de cerrar la puerta con fuerza
tras de ellas, la lanzó directamente hacia mi dirección en un intento de darme algo
con lo que defenderme.
Al ver el
objeto posarse en el suelo con un ruido bastante sonoro me acerqué a su
posición para recogerlo y así ganar algo más de tiempo. La bestia parecía obstinada
en darnos alcance seguramente atraída por el intenso ruido que estábamos
haciendo con nuestros actos, así que antes de dejar que se acercase más a la
zona de los hogares, me decanté por llamar su atención para que se desviase de
este lugar y, con un poco de suerte, sacarla por la entrada principal de donde
había venido momentos atrás. Una vez allí ya se me ocurriría algo para librarme
a mí mismo de semejante ser.
Podría
subirme a algún árbol, o esconderme en cualquier rincón a la espera de no ser
visto. Cualquier cosa que se me ocurriera en ese momento podría valer con tal
de evitar una tragedia mayor a la que ya estaba ocurriendo en estos precisos
instantes delante de mis narices. Ahora en lo que me tenía que concentrar era
en hacer dar la vuelta a mi contrincante de una manera abrupta para que no se
fijase en lo que dejaba atrás en dicha decisión.
Estuve por
ello pensando con rapidez una manera eficaz de sacar adelante tal acción, y por
más vueltas que le daba al asunto solo se me antojaba una disparatada manera
tan rematadamente peligrosa que estaba seguro de que si salía bien el éxito
estaría asegurado. Esta era sin duda la solución de correr en dirección hacia
ella para que pudiera perseguirme explanada a través en busca de la salida.
Sabía que
dicho acto requería un riesgo altísimo para mi persona pero no me quedaba otra
si quería librar al pueblo de su peligrosidad inminente. Ya que, el monstruo ladeaba
ya su cuerpo al sentirme cerca de su rango de percepción, y con un ruido hueco
propio de los de su especie, se disponía a abalanzarse sobre mí en cualquier
momento en que viese propicia la ocasión. Fue entonces cuando aproveché la
situación que se me presentaba, y con un movimiento en diagonal, para aumentar
la distancia entre nuestros cuerpos, eché a correr hacia su posición con el
hacha fuertemente sujetada en frente de mi pecho, por si tenía que echar mano
de su utilidad en cualquier momento del acto efectuado.
La criatura,
al sentirme tan cerca de sus dominios, se retorció para poder darme alcance con
sus brazos alambrados, pero por suerte la distancia hizo que solo pudiera
arañar la ropa que llevaba puesta en esos momentos, haciendo que mi costado
comenzase a arder de inmediato al haber recibido un arañazo considerable en mi
piel ya desnuda en el lugar dañado por su ataque.
Intenté
ignorar el dolor, y gracias a la adrenalina que brotaba ya en mi interior
invadiendo por completo mis sentidos, comencé a correr con todas mis fuerzas
mientras sentía que los chirridos de la bestia se alzaban detrás de mí en una
persecución que se estaba presentando más reñida de lo que creí en un
principio, puesto que mi rival al observar mi huida, parecía haber aumentado su
velocidad hasta tal punto que lo sentía prácticamente a mis espaldas a cada
paso que daba.
Esto
dificultaba tremendamente mis esfuerzos por salvaguardar mi integridad física
ya que, aunque en estos momentos llevaba claramente la delantera en la huida,
mi ventaja era tan mínima que cualquier simple tropiezo podría ser fatal para
mi vida. Intenté pues mirar a ver si alguien entre las sinuosas calles de esta
aldea ruralizada salía a mi encuentro uniéndose a los refuerzos que tanto
anhelaba en estos precisos instantes a que aparecieran. Pero por desgracia mis
esperanzas se desvanecieron casi al instante de ser concebidas, pues como me
imaginaba que pasaría, al entrar en la zona de los hogares nadie acudió a mi
encuentro. Todos parecían haberse encerrado en sus casas al igual que la vez
anterior, esperando que el peligro pasase, mientras rezaban para que no les
tocase a ellos la fatalidad de la noche que caía sobre sus cabezas en forma de
una desolación insalvable para sus pobres almas.
Seguí por
tanto avanzando a gran velocidad mientras el derrumbamiento de techados y
diversos materiales de la superficie, se estrellaban detrás de mi persona con
gran sonoridad. Al parecer mi persecutor se estaba agarrando a todo aquello que
se encontraba por el camino para darse impulso hacia su presa que estos
momentos ya estaba vislumbrando la paupérrima verja destrozada de la entrada de
donde había aparecido tal animal. Tan solo me quedaba intentar rodear los
innumerables obstáculos que correspondían a los restos de madera y demás utensilios
fabricados para obstaculizar el acceso a la aldea, y tendría el tiempo
suficiente para actuar con mayor ventaja en las profundidades oscuras del
tormentoso bosquejo que se abría ante mí en forma de horizonte. Estaba pues a
unos minutos de alcanzar el éxito de mi disparatado plan que estaba efectuando
en estos precisos momentos bajo la penumbrosa luz de la luna.
Intenté por
ello aumentar mi distancia para salvaguardar los escasos metros que me quedaban
hasta el campo abierto con la bestia gritando cada vez más enfurecida a mi
espalda al ver que sus innumerables tentativas de darme alcance acaban siempre
en un súbito fracaso. Me concentré pues en ignorarla para no desconcentrarme, y
me dispuse a esquivar a duras penas los restos de la destartalada portilla que
se esparcían por el suelo, a la vez que tanteaba la forma de no perder el ritmo
para no ser alcanzado y devorado en el acto más osado del final de la travesía.
Finalmente
conseguí cruzar todo el umbral sin complicaciones y con una gran alegría en el
cuerpo, ya que, a pesar de mi acuciado agotamiento tras dicha frenética carrera,
me encontraba ya en el extenso claro que me daba de gran agrado la libertad
mientras saltaba ya el último trozo de la destrozada apertura que había vivido
tiempos mejores.
Tras este
hecho me hinché de alegría al verme tocando las ansiadas mieles del éxito, sin
poder si quiera augurar entre el positivismo de mi alma, que mi esperanza se
vería truncada en dichos instantes por la más banal de las fatalidades.
Si soy
sincero he de decir que me di cuenta justo en el momento en que mi apresurado
pie, se posaba de nuevo en el esperado suelo después del último salto que junto
al resto de la trepidante travesía me habían dejado más agotado de lo esperado.
Había calculado
todo improvisto antes y durante del acto transcurrido. Incluso había predicho
lo que había ocurrido de la que hablaba con Freyja antes de destapar toda esta
locura de huida. Fue incluso el razonamiento exacto que había vivido en frente
de mi nuevo hogar el que me vino a la mente mientras perdía el equilibrio
estrepitosamente en frente de lo que iba a ser mi mayor triunfo en esta noche.
Estaba claro
que si la bestia había atravesado la portilla es que todos los campesinos que
hacían el turno de guardia estaban muertos o mal heridos. Y si esos cuerpos
habían sido masacrados era de rigor contar con que el suelo estaría atestado
con lo que quedaba de ellos en un amasijo de sangre y destrucción con el que yo
no parecía haber contado hasta el momento en que al rozar el suelo nuevamente
tras mi paso hacia dicha zona, mi zapato se deslizó resbaladizamente debido a
la rezumante sangre que había en el área expuesta, haciendo que todo lo que
había construido con mi tremendo esfuerzo durante esta maldecida noche se
redujese a nada al igual que ocurre con los montones de arena que son barridos
por la mar en un día de tormenta.
En cuanto vi
mis pasos fallar de esa manera solo se cruzó por mi mente un sentimiento de
desolación tan grande que todo a mi alrededor quedó relegado a un segundo plano
mientras veía como el suelo se hacía cada vez más grande a mi alcance. Fue en
ese momento como para rematar la faena, cuando la inmensa criatura que me
estaba persiguiendo, arremetió contra mí con una fuerza considerable,
aventándome hacia un lado con toda la furia que llevaba acumulada hacia mi
humilde persona.
A causa del
golpe, solté sin remedio mi única defensa y comencé a rodar incontroladamente
por el camino al que abruptamente había sido dirigido hasta dar con algo tremendamente
duro contra mi cuerpo. Seguramente una roca imperiosa o alguna clase de árbol majestuoso
que se encontraba en mi dirección, y que frenó mi avance en seco, hiriendo con
ello mis costillas a causa del golpe efectuado.
A pesar del
dolor que sentía, y mi visión entorpecida a causa de todos los agentes del
suelo que se me habían metido en los ojos a través de mi recorrido circular,
sabía que debía moverme si no quería que este fuera realmente mi fin. Por ello
comencé a gatear a duras penas sin saber muy bien en qué dirección iba, a la
vez que sentía los pasos de mi enemigo venir raudamente hacia mi dirección.
Al sentirlo
me di prisa en salvar las distancias para comenzar a buscar el hacha que
previamente se me había resbalado de las manos debido al impacto recibido con
anterioridad. Sabía que necesitaba coger el arma que llevaba hacía un momento, si no quería perecer en ese mismo instante. Así que me focalicé en
ese punto intentando esquivar a su vez a mi rival, pero por desgracia para mí,
esa ventaja jamás se me sería dada ya que, aparte de que no tenía ni la más
remota idea de donde podría haber caído, mi cuerpo no estaba lo suficientemente
fuerte como para resistir otra carrera. Tan solo pude gatear esforzadamente lo
que debían ser un par de pasos hasta que sentí un peso profundizar en lo alto
de mi espalda, el cual me hizo caer nuevamente de bruces contra el suelo,
siendo incapaz de zafarme del agarre que me tenía totalmente inmovilizado
contra el frío suelo que me clavaba a su vez sus frías tierras en la cara en un
intento de unirse a mi contrincante para martirizarme los dos por ambos lados.
Estaba ya
pues, a merced de la bestia que me tenía presa entre sus garras mientras sentía
su respiración cada vez más cerca de mi cabeza en un último anuncio de que este
sería mi terrible final.
Al darme
cuenta de esta terrible fatalidad intenté inútilmente zafarme mientras me
ahogaba en mi propio grito desesperado por la situación. Se suele decir que
cuando vas a morir escuchas y ves todo tipo de momentos y personas que se
cruzan en tu vida, pero mi experiencia al menos fue distinta. Tan solo podía
sentir el terror del devenir que me esperaba. Estaba tan sumamente enfrascado
en mi agonía que tardé en darme cuenta de que el peso de mi espalda se
aligeraba completamente, mientras una voz. Una terrible voz familiar que jamás
creí volver a escuchar me estaba llamando muy débilmente en la lejanía, a la
vez que yo iba perdiendo poco a poco mi debilitada conciencia. Mi querido amigo
Henry que había muerto meses atrás por culpa de las actuaciones de mi persona
estaba otra vez en mi vida exponiéndome algo que no lograba entender debido a
mi acusada ensoñación.
Ese eco que
me llamaba a través de la noche una y otra vez, llenó mi espíritu de una dulce
armonía, mientras la inconsciencia me abrazaba en su profundo sueño en ese
preciso final, en que todo lo que había empezado como un dulce atardecer se
había convertido en una amarga madrugada.
Eso es todo
por hoy, si desean encontrar estos parajes no duden en buscar una estampa completamente
desolada al pie de las tierras de los campesinos. En ellas podrán encontrarme
sin desentonar en el caos expuesto a través de esta imagen dantesca que
proporciona el horror más primitivo que se haya conocido jamás.
Con afecto.
Tomek
Sikorski
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