viernes, 6 de enero de 2017

34. Huidas incontroladas.

Nota: Treintaicuatroavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


En cuanto escuché su alarido de terror dejé todo lo que estaba haciendo en esos precisos instantes para ir corriendo a la puerta principal y descubrir la terrorífica estampa que se abría ante mí. Unas patas alargadas y finas sobresalían agudamente del maltrecho cuerpo de una horrible criatura que se vislumbraba lejana en el horizonte mientras avanzaba de manera notable con su movimiento errático hacia la zona de la casa.

Freyja por su parte, había tirado su plato de comida ya vacío al levantarse de golpe de su asiento improvisado situado en la entrada, donde aún se encontraba completamente aterrada por lo que se le venía encima. La chica sabía tan bien como yo que si este ser había pasado la barrera humana de la guardia de la entrada sin que nadie diese la voz de alarma, solo podía significar una cosa. Que todos ellos estaban muertos o gravemente heridos tras el paso de ese terror andante que ahora venía a por nosotros con una gran determinación en sus designios. Nos encontrábamos por tanto, al absoluto merced de nuestros actos es este desolado lugar donde aún no había podido encontrar ni una sola recarga de mi arma para poder defenderme nuevamente de tales ataques.

No sé si fue por mi instinto protector o por el calor del momento, pero lo que hice nada más ver a ese monstruo en mi rango de visión fue echar a correr en dirección a la muchacha que seguía petrificada del pánico, para agarrarla por el hombro con fuerza mientras le decía. –“¡Vamos, vuelve a la casa y asegúrate de que nadie más sale de ahí! ¡Yo me encargaré de él!”-

Freyja al oírme giró su cabeza lo suficiente como para enseñarme su rostro de horror desconcertado por mis osadas palabras a las que tan solo tuvo unas frases inconexas en respuesta. –“¿De qué…? ¿De qué estás hablando? ¿Estás loco? ¡Si te quedas aquí morirás!”-

Mientras me expresaba tales temores yo ya había perdido toda forma de decoro y me había apresurado para llevarla a rastras en dirección de la puerta. La chica al comprender que la muerte no me asustaba lo más mínimo en esta oscura situación debido a mi sentido acuciado del deber, intentó zafarse de mi agarre para hacerme entrar en razón, pero al ver su hecho para con mi persona no tardé en explicarle que esta situación no merecía más remedio del que yo proponía en dichos instantes. –“¡No podemos perder el tiempo! ¡Escucha! ¡Intentaré sacarla de aquí utilizándome a mí mismo como señuelo! ¡Tú enciérrate en casa y no dejes que nadie salga pase lo que pase! ¡Vamos corre!”-



Presa del pánico, la chica por fin entró en razón al escuchar mi disparatado plan y se fue como un rayo en dirección a la casa sin replicar nada más mientras yo le hacía frente al ser que seguía su avance de una manera torpe pero insalvable, a través de la ladera que teníamos en frente de la casa y que daba directamente hacia mi persona. Fue entonces cuando al sentir abrirse la puerta, escuché mí nombre salir de sus adentros en forma de advertencia para llamar mi atención.

Al girarme tras oír la misiva pude ver a la anciana ya sujeta al marco de la puerta, intuyendo seguramente lo que estaba sucediendo en dichos momentos desconcertantes aunque no pudiera visualizarlo debido a su total invidencia.

Esta al sentir que no contestaba a sus réplicas, hacía señas al aire con una mano para que fuera con ellas mientras en la otra agarraba inútilmente un hacha bastante rústica con la que habíamos partido las ramas de nuestros amuletos en el cuervo enjaulado unos momentos atrás en la tarde. En dicho instante en que la señora se inclinaba hacia delante para hacerse más visible en su llamamiento Freyja llegó a su lado, y agarrando fuertemente el particular arma que llevaba su abuela a modo de defensa, se la arrebató y antes de cerrar la puerta con fuerza tras de ellas, la lanzó directamente hacia mi dirección en un intento de darme algo con lo que defenderme.

Al ver el objeto posarse en el suelo con un ruido bastante sonoro me acerqué a su posición para recogerlo y así ganar algo más de tiempo. La bestia parecía obstinada en darnos alcance seguramente atraída por el intenso ruido que estábamos haciendo con nuestros actos, así que antes de dejar que se acercase más a la zona de los hogares, me decanté por llamar su atención para que se desviase de este lugar y, con un poco de suerte, sacarla por la entrada principal de donde había venido momentos atrás. Una vez allí ya se me ocurriría algo para librarme a mí mismo de semejante ser.

Podría subirme a algún árbol, o esconderme en cualquier rincón a la espera de no ser visto. Cualquier cosa que se me ocurriera en ese momento podría valer con tal de evitar una tragedia mayor a la que ya estaba ocurriendo en estos precisos instantes delante de mis narices. Ahora en lo que me tenía que concentrar era en hacer dar la vuelta a mi contrincante de una manera abrupta para que no se fijase en lo que dejaba atrás en dicha decisión.

Estuve por ello pensando con rapidez una manera eficaz de sacar adelante tal acción, y por más vueltas que le daba al asunto solo se me antojaba una disparatada manera tan rematadamente peligrosa que estaba seguro de que si salía bien el éxito estaría asegurado. Esta era sin duda la solución de correr en dirección hacia ella para que pudiera perseguirme explanada a través en busca de la salida.

Sabía que dicho acto requería un riesgo altísimo para mi persona pero no me quedaba otra si quería librar al pueblo de su peligrosidad inminente. Ya que, el monstruo ladeaba ya su cuerpo al sentirme cerca de su rango de percepción, y con un ruido hueco propio de los de su especie, se disponía a abalanzarse sobre mí en cualquier momento en que viese propicia la ocasión. Fue entonces cuando aproveché la situación que se me presentaba, y con un movimiento en diagonal, para aumentar la distancia entre nuestros cuerpos, eché a correr hacia su posición con el hacha fuertemente sujetada en frente de mi pecho, por si tenía que echar mano de su utilidad en cualquier momento del acto efectuado.



La criatura, al sentirme tan cerca de sus dominios, se retorció para poder darme alcance con sus brazos alambrados, pero por suerte la distancia hizo que solo pudiera arañar la ropa que llevaba puesta en esos momentos, haciendo que mi costado comenzase a arder de inmediato al haber recibido un arañazo considerable en mi piel ya desnuda en el lugar dañado por su ataque.

Intenté ignorar el dolor, y gracias a la adrenalina que brotaba ya en mi interior invadiendo por completo mis sentidos, comencé a correr con todas mis fuerzas mientras sentía que los chirridos de la bestia se alzaban detrás de mí en una persecución que se estaba presentando más reñida de lo que creí en un principio, puesto que mi rival al observar mi huida, parecía haber aumentado su velocidad hasta tal punto que lo sentía prácticamente a mis espaldas a cada paso que daba.

Esto dificultaba tremendamente mis esfuerzos por salvaguardar mi integridad física ya que, aunque en estos momentos llevaba claramente la delantera en la huida, mi ventaja era tan mínima que cualquier simple tropiezo podría ser fatal para mi vida. Intenté pues mirar a ver si alguien entre las sinuosas calles de esta aldea ruralizada salía a mi encuentro uniéndose a los refuerzos que tanto anhelaba en estos precisos instantes a que aparecieran. Pero por desgracia mis esperanzas se desvanecieron casi al instante de ser concebidas, pues como me imaginaba que pasaría, al entrar en la zona de los hogares nadie acudió a mi encuentro. Todos parecían haberse encerrado en sus casas al igual que la vez anterior, esperando que el peligro pasase, mientras rezaban para que no les tocase a ellos la fatalidad de la noche que caía sobre sus cabezas en forma de una desolación insalvable para sus pobres almas.

Seguí por tanto avanzando a gran velocidad mientras el derrumbamiento de techados y diversos materiales de la superficie, se estrellaban detrás de mi persona con gran sonoridad. Al parecer mi persecutor se estaba agarrando a todo aquello que se encontraba por el camino para darse impulso hacia su presa que estos momentos ya estaba vislumbrando la paupérrima verja destrozada de la entrada de donde había aparecido tal animal. Tan solo me quedaba intentar rodear los innumerables obstáculos que correspondían a los restos de madera y demás utensilios fabricados para obstaculizar el acceso a la aldea, y tendría el tiempo suficiente para actuar con mayor ventaja en las profundidades oscuras del tormentoso bosquejo que se abría ante mí en forma de horizonte. Estaba pues a unos minutos de alcanzar el éxito de mi disparatado plan que estaba efectuando en estos precisos momentos bajo la penumbrosa luz de la luna.



Intenté por ello aumentar mi distancia para salvaguardar los escasos metros que me quedaban hasta el campo abierto con la bestia gritando cada vez más enfurecida a mi espalda al ver que sus innumerables tentativas de darme alcance acaban siempre en un súbito fracaso. Me concentré pues en ignorarla para no desconcentrarme, y me dispuse a esquivar a duras penas los restos de la destartalada portilla que se esparcían por el suelo, a la vez que tanteaba la forma de no perder el ritmo para no ser alcanzado y devorado en el acto más osado del final de la travesía.

Finalmente conseguí cruzar todo el umbral sin complicaciones y con una gran alegría en el cuerpo, ya que, a pesar de mi acuciado agotamiento tras dicha frenética carrera, me encontraba ya en el extenso claro que me daba de gran agrado la libertad mientras saltaba ya el último trozo de la destrozada apertura que había vivido tiempos mejores.

Tras este hecho me hinché de alegría al verme tocando las ansiadas mieles del éxito, sin poder si quiera augurar entre el positivismo de mi alma, que mi esperanza se vería truncada en dichos instantes por la más banal de las fatalidades.

Si soy sincero he de decir que me di cuenta justo en el momento en que mi apresurado pie, se posaba de nuevo en el esperado suelo después del último salto que junto al resto de la trepidante travesía me habían dejado más agotado de lo esperado.

Había calculado todo improvisto antes y durante del acto transcurrido. Incluso había predicho lo que había ocurrido de la que hablaba con Freyja antes de destapar toda esta locura de huida. Fue incluso el razonamiento exacto que había vivido en frente de mi nuevo hogar el que me vino a la mente mientras perdía el equilibrio estrepitosamente en frente de lo que iba a ser mi mayor triunfo en esta noche.

Estaba claro que si la bestia había atravesado la portilla es que todos los campesinos que hacían el turno de guardia estaban muertos o mal heridos. Y si esos cuerpos habían sido masacrados era de rigor contar con que el suelo estaría atestado con lo que quedaba de ellos en un amasijo de sangre y destrucción con el que yo no parecía haber contado hasta el momento en que al rozar el suelo nuevamente tras mi paso hacia dicha zona, mi zapato se deslizó resbaladizamente debido a la rezumante sangre que había en el área expuesta, haciendo que todo lo que había construido con mi tremendo esfuerzo durante esta maldecida noche se redujese a nada al igual que ocurre con los montones de arena que son barridos por la mar en un día de tormenta.

En cuanto vi mis pasos fallar de esa manera solo se cruzó por mi mente un sentimiento de desolación tan grande que todo a mi alrededor quedó relegado a un segundo plano mientras veía como el suelo se hacía cada vez más grande a mi alcance. Fue en ese momento como para rematar la faena, cuando la inmensa criatura que me estaba persiguiendo, arremetió contra mí con una fuerza considerable, aventándome hacia un lado con toda la furia que llevaba acumulada hacia mi humilde persona.

A causa del golpe, solté sin remedio mi única defensa y comencé a rodar incontroladamente por el camino al que abruptamente había sido dirigido hasta dar con algo tremendamente duro contra mi cuerpo. Seguramente una roca imperiosa o alguna clase de árbol majestuoso que se encontraba en mi dirección, y que frenó mi avance en seco, hiriendo con ello mis costillas a causa del golpe efectuado.

A pesar del dolor que sentía, y mi visión entorpecida a causa de todos los agentes del suelo que se me habían metido en los ojos a través de mi recorrido circular, sabía que debía moverme si no quería que este fuera realmente mi fin. Por ello comencé a gatear a duras penas sin saber muy bien en qué dirección iba, a la vez que sentía los pasos de mi enemigo venir raudamente hacia mi dirección.



Al sentirlo me di prisa en salvar las distancias para comenzar a buscar el hacha que previamente se me había resbalado de las manos debido al impacto recibido con anterioridad. Sabía que necesitaba coger el arma que llevaba hacía un momento, si no quería perecer en ese mismo instante. Así que me focalicé en ese punto intentando esquivar a su vez a mi rival, pero por desgracia para mí, esa ventaja jamás se me sería dada ya que, aparte de que no tenía ni la más remota idea de donde podría haber caído, mi cuerpo no estaba lo suficientemente fuerte como para resistir otra carrera. Tan solo pude gatear esforzadamente lo que debían ser un par de pasos hasta que sentí un peso profundizar en lo alto de mi espalda, el cual me hizo caer nuevamente de bruces contra el suelo, siendo incapaz de zafarme del agarre que me tenía totalmente inmovilizado contra el frío suelo que me clavaba a su vez sus frías tierras en la cara en un intento de unirse a mi contrincante para martirizarme los dos por ambos lados.

Estaba ya pues, a merced de la bestia que me tenía presa entre sus garras mientras sentía su respiración cada vez más cerca de mi cabeza en un último anuncio de que este sería mi terrible final.

Al darme cuenta de esta terrible fatalidad intenté inútilmente zafarme mientras me ahogaba en mi propio grito desesperado por la situación. Se suele decir que cuando vas a morir escuchas y ves todo tipo de momentos y personas que se cruzan en tu vida, pero mi experiencia al menos fue distinta. Tan solo podía sentir el terror del devenir que me esperaba. Estaba tan sumamente enfrascado en mi agonía que tardé en darme cuenta de que el peso de mi espalda se aligeraba completamente, mientras una voz. Una terrible voz familiar que jamás creí volver a escuchar me estaba llamando muy débilmente en la lejanía, a la vez que yo iba perdiendo poco a poco mi debilitada conciencia. Mi querido amigo Henry que había muerto meses atrás por culpa de las actuaciones de mi persona estaba otra vez en mi vida exponiéndome algo que no lograba entender debido a mi acusada ensoñación.

Ese eco que me llamaba a través de la noche una y otra vez, llenó mi espíritu de una dulce armonía, mientras la inconsciencia me abrazaba en su profundo sueño en ese preciso final, en que todo lo que había empezado como un dulce atardecer se había convertido en una amarga madrugada.

Eso es todo por hoy, si desean encontrar estos parajes no duden en buscar una estampa completamente desolada al pie de las tierras de los campesinos. En ellas podrán encontrarme sin desentonar en el caos expuesto a través de esta imagen dantesca que proporciona el horror más primitivo que se haya conocido jamás.
Con afecto.
Tomek Sikorski






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