Mi noche de descanso se convirtió en unas escasas horas de
sueño interrumpidas por incomodas pesadillas y malestares causados por mis
intensas heridas. El hombro en el que Jason me había disparado accidentalmente
palpitaba sin cesar, lo que hacía que un estado febril se apoderase de mi
cuerpo, causando que mi descanso quedase revelado a un segundo plano en mis
desesperados deseos en los que imploraba encontrarme mejor para afrontar todo
lo que se me venía encima.
Mi mente era un tumulto de sensaciones contradictorias que
luchaban por hacerme acudir a su decisión final en un intento de centrarme en
una idea y llevarla a cabo determinándome por sus actos. Básicamente en estos
momentos tenía dos opciones. La primera, la cual había sopesado con gran positividad
antes de mi última charla con mis compañeros, llevaba la marcha de mi persona
lo más rápido posible de este pueblo de mala muerte. Era mi más profundo deseo
en cuanto me vi implicado en todas las extrañezas que este lugar me lanzaba con
vehemencia a cada paso que daba, por lo que se había convertido en mi más
profunda prioridad hasta que mis amigos decidieron no unirse a mi destino,
dejándome así con la infatigable opresión de abandonarlos a su merced si quería
llevarla a cabo y salvar con ello mi empobrecida alma de esta locura inminente que
sufríamos todos en cierta medida dentro de estas tortuosas lindes.
Mi segunda opción, aunque me pesase también tenía gran
cabida en mis pensamientos, haciéndome dudar gravemente sobre cuál sería la
elección más correcta de llevar a cabo independientemente de mi bienestar
personal, el cuál en este caso quedaba claramente apartado para dar cabida a mi
altruista generosidad de quedarme afincado en esta malnacida aldea, y ayudar a
mis compañeros a hacer de este pueblo un lugar más seguro en el que vivir.
Sabía que si me decantaba por esta opción, a parte de la
peligrosidad que implicaba, perdería muchas cosas en el camino. Mi hogar en el
Este y mi familia biológica serían gran parte de ellas y eso me partía el corazón.
Cierto era que estos extraños lugareños, dejando a un lado sus singulares
comportamientos hacia mi persona en ciertas ocasiones, me habían acogido y dado
todo su apoyo en los momentos más difíciles de mi vida. Eso era algo que no
podía evitar tener en cuenta a la hora de tomar una decisión sabiendo que los
dejaría a merced del destino si me fuese a la seguridad de mi hogar. Ellos no
habían dudado ni por un segundo en darme su beneplácito si eso sucediese pero,
¿en qué persona me convertiría yo si dejase que este hecho se cumpliese solo
por el mero placer de volver a la comodidad de mi vida anterior? Esa pregunta
era la clave de toda esta incertidumbre. La opción que se debatía entre la
razón y el corazón, dejándome totalmente desolado en el proceso.
Me revolví incómodo con las ideas tejiendo dichos hilos
entremezclados de valores y morales en el interior de mi mente. Si continuaba
de esta manera el que se volvería un irremediable demente sería yo, así que sin
aguantar más la agonización de mis plomíferos pensamientos, me levanté a las
pocas horas de mi reposo sintiendo que el malestar de mi cuerpo se aquejaba de que
aún no estaba preparado para tal acción, y me encaminé al escritorio donde
comencé a redactar una carta para mi primo Izaak exponiéndole mi solemne vida
en Dunwich, de la que sabía a ciencia cierta que no me creería ni la mitad de
mis historias si entrase en concreciones.
Izaak y yo siempre habíamos tenido una relación muy estrecha
dada en parte por la proximidad de nuestra edad y nuestro parentesco
establecido en nuestra humilde familia que gozaba de todo el amor y
tranquilidad que escaseaba por estos terrenos.
Siempre creí que mi primo era esa clase de personas
pacificadoras a las que podías contarle cualquier problema en confianza sin
pensar en cómo te estaría juzgando en su interior. Su sensible franqueza a la
hora de abordar cualquier desintonía hacía que pudieras ver las cosas tal y
como eran sin sentirte devastado por sus palabras. Sin embargo, en estos
momentos donde la realidad debía ser plasmada en un papel para ser enviada
posteriormente fuera de los terrenos de Dunwich, esta se me antojaba como una
idea propia de un demente vista a ojos ajenos. Daba igual el cariño o cercanía
que tuvieras con la persona receptora del mensaje. En el momento en que cayese
esa carta en sus manos no habría dios que me salvase de tal etiqueta en el seno
de mi familia biológica, y eso me llenaba de un terror más absoluto que el que
cualquier criatura pudiese infundirme en alguna ocasión.
Sin pensarlo si quiera me quedé quieto, demasiado estático
con la pluma en la mano y mis ojos tremendamente abiertos lanzados hacia el
infinito viendo sin observar absolutamente nada en concreto. Acababa de caer en
la cuenta de la cosa más sencilla que cualquier persona hubiese dado por
sentado desde el primer momento en el que redacta una misiva. ¿Qué iba a
decirles? ¿Cómo podía explicar tales historias sin parecer un perturbado
mental? En mi mente la imaginación volaba y podía verme a mí mismo reaccionando
ante una carta de tal calibre antes de todas estas desavenencias, con gran
horror y preocupación. Si les contaba que estaba pasando aunque fuera de una
manera infinitamente mínima les pondría a todos en jaque haciendo incluso que
el bueno de mi primo viniese en mi búsqueda para sacarme de este lugar que me
estaba haciendo perder la cabeza de esta manera tan insana. Esto era algo que
no podía permitir. Ya había demasiadas personas que me importaban en esta
situación como para incluir también a mi considerada familia. Debía mantener el
horror de esta situación alejado de ellos hasta que al menos tomase una
decisión sobre cómo afrontar el problema que se me venía encima, y que iba a
decidir con respecto a mi posible marcha de este pueblo iracundo. Por lo que cambié
ligeramente de opinión, y redacté una corta misiva plagada de insulsos
formalismos antes de bajar las escaleras para enfrentarme a aquellos que sí
sabían toda la verdad, y esperaban por mi súbita decisión con paciencia y
expectación.
Cuando descendí el tramo de las escaleras me encontré con
Magda y Peep hablando en voz baja. Cameron ya no se encontraba entre ellos por
lo que parecían haber iniciado una conversación intensa sobre un tema entre
ellos que no parecía concernirme pues en cuanto mi presencia se hizo visible
cortaron de raíz la conversación, e iniciaron una nueva para mantenerme al
margen de sus asuntos. –“Que temprano te has levantado, Tomek. ¿Te encuentras
bien? No tienes muy buen aspecto que se diga”- Magda me miraba con ojos
aprensivos mientras yo intentaba ya en dichos momentos calmar su intriga con un
asentimiento rápido de cabeza mientras acababa de descender el tramo sobrante de
la escalera. Con cautela, me acerqué a mis compañeros y, con más cuidado del
que procedía dicho movimiento, dejé la carta cuidadosamente escrita para mi
primo a modo de sentencia encima de la mesa central mientras decía –Estoy bien,
simplemente me cuesta dormir a estas horas de la mañana, ¿podéis indicarme
dónde puedo dejar este sobre para que llegue a mi familia en el Este? Me
gustaría que supieran que estoy bien después de todo este tiempo de ausencia”-.
Mis ecos flotaron en la estancia de una forma
silenciosamente impactante para mis acompañantes. Al oírme Magda y Peep se
miraron al unísono sin decir nada en el momento e ignorando la mirada extraña
que les estaba echando a causa de tal comportamiento. Fue solo un segundo pero
pude observar como los presentes se debatían en silencio sobre una cuestión que
se separaba totalmente de la intención de enviar una inocente carta.
Magda fue la primera en apartar la mirada de su amigo hacia
mi mano que aun sostenía el papel expuesto en la mesa por la parte superior, y
con una sonrisa totalmente cordializadora me intentó contestar de la manera más
correcta posible. –“No te preocupes por eso. Ya la envío yo en la mañana de la
que vaya a comprar más vendas al pueblo. Peep ha atado a la cama a Cameron y
parece que está descansando como es debido así que mientras yo estoy fuera
podríais encargaros de esa espantosa criatura antes de que empiece a oler toda
la casa a podedumbre. ¿Os parece? Bien, pues voy a arreglarme para partir.
Portaos bien y echarle un ojo al niño de mi parte”-. Con tales misivas mi amiga
se acercó a mi mano sin dejar de sonreír, y agarró sin miramientos mi carta
para ascender con ella las escaleras que daban a las habitaciones, mientras me
dejaba con ello un malestar infundado al darme cuenta de que la posibilidad de
ver partir la carta por mis propios medios había sido despojada de mis posibles,
de una manera totalmente sentenciadora y sin posibilidad de replicamiento por
mi parte.
Al quedarnos solos Peep aprovechó la ocasión para enterarse
de más de un asunto que le rondaba la mente a través de su curiosidad innata.
–“¿Has leído ya las carpetas que te di, Tomek? ¿No? ¿Ninguna? ¿Ni si quiera has
abierto la libreta de tu madre? Impresionante. Si yo fuera tu no habría pegado
ojo devorando cada página en busca de respuestas. Verás, las fichas sobre tu
familia traen datos personales que podemos dejar de momento a un lado, pero el
cuaderno vamos a necesitarlo ahí abajo a la hora de despedazar a la criatura,
así que ve a por él en un momento y reúnete conmigo en el sótano en cuanto lo
encuentres. Te ayudaré a reconocer cada parte que tienes que evitar si quieres
salir con vida en un encuentro improvisto con una de estas bestias”-.
Al hablar Peep gesticulaba enfático ante sus palabras lo que
me daba a entender que disfrutaba con esto más de lo que creía en un principio.
Después de todo lo ocurrido veía tan clara su postura ante todos los
infortunios que nos rodeaban que no podía entender como no me había dado cuenta
de su espontaneidad a la hora de aventurarse en estos temas la primera vez que
lo conocí y me enseñó todas las partes de bestia que tenía guardadas en su
cabaña como si fueran trozos de su decoración. Al principio me imaginaba que
sería su punto de valentía la que le hacía guardarlos como trofeos, ya que una
especie de determinación parecía ser el punto clave de acceso a la hora de ser
cazador. Sin embargo, ahora que ya le conozco lo suficiente me pregunto si ese
toque heroico no sería el revestimiento de una especie de locura que lo
mantenía ensimismado ante todo lo referente a lo sobrenatural que escondía
estas lindes. Me gustaría ver de qué manera se comportaría si lograsen encauzar
al pueblo y viviesen en una vida totalmente alejada de todo mal. A lo mejor
entonces descubriríamos la verdadera naturaleza del hombre que se mostraba
dichoso por rodearse de sangre y vísceras de una criatura maligna que había
intentado quitarnos la vida horas atrás.
Peep esperaba mi confirmación al respecto así que sin otra
manera de evadir el asunto asentí y fui a recoger directamente el diario que me
había dado con anterioridad. Era extraño pensar que dichas notas servirían para
algo en un acto tan físico como el que iba a producirse, pero no sería yo quien
contradijese sus palabras. Conociendo como lo hacía al cazador, estaba seguro
de que se había estudiado las notas de arriba abajo antes de pensar si quiera
en dármelas para su asimilación posterior.
Al encontrármelas las ojeé mientras descendía a su encuentro
y confirmé mis pensamientos de una manera inmediata. Las hojas no contenían ni
anécdotas, ni vivencias como si podrías encontrar entre mis apuntes. Los
escritos de la señora que afirmaban que era mi madre eran puramente técnicos y
biológicos acerca de cómo eran y actuaban las diferentes criaturas que
habitaban en el pueblo. Eso no sé por qué hizo que mi desasosiego fuese en
aumento, pensando una vez más en qué punto podía diferir lo que era una cordura
analógica, de las más tormentosas de las demencias.
Una vez abajo Peep me abrió el cuaderno por la página que
deseaba que empezase a leer, y con un levantamiento de sábana descubrió a la
criatura tendida en una mesa de madera expuesta en el centro de la estancia. –“Como
habrás podido comprobar, Tomek, existen varios tipos de bestias dentro de
nuestras lindes. Tu madre estaba completamente obsesionada con ellas, así que
cada vez que atrapábamos alguna se venía a estos despieces para poder anotarlo
todo y cotejarlo luego con las pruebas que tenía en los testaferros. Esta, si
no me equivoco es la “CE14”. “Criatura encorvada 14”. Entre nosotros siempre le
sugeríamos que pusiese nombres con más fuerza como “bestia roja” o “piel azul”
pero la mujer era más inteligente y metódica que nosotros para hacernos el
menor caso. Empieza a leer por donde trae el título de “CE14” que yo te iré
mostrando las diferentes partes que explica mientras la desguazo.”-. Reticente
a su plan, miré a Peep con extrañeza ante sus palabras pero este seguía
asintiendo con convicción así que, por mucho que dudase de que estas notas
sirviesen de algo en esta situación, comencé a leer en voz alta en parte para
tenerle contento, y también para evitar observar la desagradable visión que me
proporcionaría su disección.
“CE14:
Criatura de cuerpo
similar al humano con una cierta joroba a la altura de sus omoplatos. A primera
vista podemos observar como sus dedos, tanto los de las manos como los de los
pies, difieren de los nuestros en cuanto a su extensa largura que junto a la
dureza de las uñas hace que pueda agarrarse con firmeza a casi cualquier
superficie. Sus huesos sobresalen de sus
extremidades como cuchillas lo que hace que esa técnica de defensa haga de ella
también una debilidad ya que si se le aplica fuerza necesaria en ellos se
podría invalidar tanto la zona donde se encuentren, como la mismísima columna
vertebral que sostiene todo su cuerpo. Por último la falta de pupilas, como el
color ceniciento de su piel hace creer que seguramente no pueda salir de día debido a que los rayos del sol la dañarían gravemente. Sus dientes afilados nos
dan cuenta también de su gran capacidad de mordida que ajustado a sus uñas nos
podemos hacer una idea de cómo agarra a sus víctimas para devorarlas después a
mordiscos…”
Esto estaba siendo una locura. Podía oír mi voz diciendo
tales horrendos ecos mientras Peep señalaba cada una de las zonas para luego
poner en práctica las roturas que proponían en las notas para terminar llenando
la estancia de crujidos y viscosidades. Esto estaba comenzando a superarme.
Intenté aguantar el tipo pero, en la hora en que Peep ya con un mar rojo a su
alrededor abría la boca de la criatura para enseñarme sus enormes dientes,
había superado todo mi aplomo anterior.
Con determinación cerré el cuaderno y cogí una bocarada de
aire para no seguir respirando el olor ferroso de la sangre sin mirar si quiera
a mi compañero, el cual había dejado literalmente con las manos en la boca de
ese ser del inframundo. Necesitaba darle una explicación de mi comportamiento,
por lo que cerré los ojos e intenté serenarme ante tal horrendo espectáculo
para dejar clara mi postura al respecto de todo esto. Abrí la boca lentamente
para buscar las palabras, pero como si del destino se tratase, unos golpeteos
en la puerta seguidos de unos pasos se escucharon en la planta principal
eclipsando mi actuación al momento.
Inmediatamente al oírlos, dejé a un lado mi concentración
para mirar a Peep extrañado. el cuál también fruncía el ceño ante dichos
acontecimientos inesperados. Esperamos al ver que se abría la puerta en
silencio por si Magda había vuelto de su compra y nos había llamado a la puerta
para que la ayudásemos. Pero al ver que la voz de Jason exclamaba –“¡¿¡Pero qué
demonios haces aquí!?!”- Ambos nos abalanzamos escaleras arriba en auxilio de
nuestro compañero temiéndonos súbitamente lo peor. A los testaferros o al
propio Larson descubriendo nuestro escondrijo y matándole en el acto. Por
suerte, dicha acción no sucedió. Mientras iba en cabeza por las escaleras pude
ver como la figura de Jason sostenía una puerta de la que sobresalían las
sombras de dos siluetas en su marco. Al vernos mi amigo se me quedó mirando, y
en silencio tiró la puerta hacia su extremo opuesto revelando a las dos
personas que le hacían frente desde el otro lado de la cabaña. Una la reconocí
de inmediato. Era Freyja, la cual aún miraba a Jason con claro enfado desde su
altura inferior. La otra ya estaba observándome antes si quiera que pudiese
reparar en su identidad. Me costó reconocerla al principio, pero una vez que su
rostro me enfrentó directamente pude ver cómo era la falsa enfermera que casi
me mata con un fármaco para despistar a los testaferros y entrar en estampida a
por Charlie. Me la quedé mirando mientras ella se llevaba una mano hacia el
revolver que tenía incrustado por su pantalón al ver que venían refuerzos.
Freyja por su parte, ignoró a su compañera y ya con los tres alienados en su
contra pronunció las palabras que jamás creí que volvería a oír de su boca.
–“Hemos venido para llevarnos a Larson a nuestros terrenos”-.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario