Para ir a la primera parte del veintiochoavo capítulo pulse aquí: Primera parte
En el momento en que me di cuenta de tal hecho fue como si
el puzzle por fin encajase de golpe dentro de mi cabeza. Era sumamente
sencillo. Había un chico que fue internado y luego salvado por Peep y Henry
para dejarlo a salvo fuera del pueblo. Un chico al que todos querían y
admiraban debido al pasado común que compartían. Pero ese hombre al que todos
adoraban no era yo, era alguien al que había suplantado sin querer la
identidad, adueñándome fútilmente de todo lo que poseía sin reparar si quiera
que se lo estaba arrebatando a alguien que lo merecía más que yo por derecho,
convirtiéndome en la persona más despreciable que había en esta casa, y
seguramente en muchas más a la redonda. La fatalidad hizo que los testaferros
le buscasen a la vez que yo entraba en el pueblo por mis propios medios, y mi nombre
y tal vez mis características totalmente amoldables a cualquier excusa sobre el
cambio del crecimiento hicieron que todos me viesen como alguien que en
realidad no era. Thomas podía estar ahora viviendo una vida feliz en cualquier
otra parte de nuestro ancho mundo, o viniendo a Dunwich en dichos momentos para
delatar al impostor al que le habían impuesto su vida por semejanzas inocuas
con su historia. Es decir, mi persona.
Esto hizo que un abrumador desconsuelo se instalase en mi
pecho de manera perpetua. Era un impostor. Jamás creí ninguna de sus historias
respecto a mi pasada vida en Dunwich, pero el saber que todo lo que poseía en
estos momentos se sostenía sobre los cimientos de la falsedad de mi identidad
hizo plantearme que me quedaba realmente sólido en este pueblo que pudiera
aguantar dicha fatalidad cuando esta fuese descubierta. ¿Actuarían mis amigos
del mismo modo al darse cuenta de su error? ¿Henry me hubiese dado su
incondicional apoyo de saber que era un simple extranjero? ¿Y los testaferros?
¿Seguirían viéndome inmune al descubrir que no poseía la cura que creían que
Cameron necesitaba? Por supuesto que no. Al manifestarse la verdad no solo
perdería mi identidad establecida en esta ciudad, sino que todo lo que poseía
se me vería arrebatado para dárselo a aquel que realmente lo merecía, haciéndome
ver que mi persona era quien sobraba de este cuadro familiar al que de buena
gana me había aposentado.
Tras dicho dato revelador mi cuerpo tiró de mí para volver a
echarme en mi lecho exhausto, debido al amargo dolor que sentía en mi pecho. Con
todo lo que había luchado para hacerme valer y respetar en estos lares, acabaría
completamente solo, fuera de todo proyecto aclamado por cualquiera de las
partes que reinan en este lugar. Tan solo sería un hombre del que todos se
alejarían al ver que no tenían ningún lazo con él. Era un fraude. Y los fraudes
no merecían otra cosa al fin y al cabo.
No podía creer que este fuese un final claramente definido.
Aunque sabía que era lo correcto me negaba a aceptarlo. Decidí que era
demasiado para asimilar en un solo día. Por lo que dejando pasar tanta
connotación negativa por mi mente, suspiré sonoramente y cerré bien los ojos.
Quería dormir. Reposar hasta que al menos fuese capaz de asimilar esta verdad
que me atormentaba tanto. Pero por desgracia dicho descanso jamás llegó, pues
fue tocar la almohada con mi cabeza, y escuchar de seguido unos golpes
provenientes desde la puerta que esperaban pacientes una respuesta. No tenía
escapatoria. Sabían que estaba en este dormitorio afincado, y tampoco era plan
de transmitir mi mal ánimo al resto de personas estando como estaba de extraña
la situación, y sin tener ellos culpa alguna de mi desdicha. Así que, sin ánimo
revelé mi vigilia para ser informado posteriormente por Peep desde detrás de la
puerta de que la cena estaba casi servida.
Al escucharlo me levanté con un lamento y me acicalé vagamente
para bajar las escaleras. Aun no me sentía con fuerzas para revelar la verdad a
mis amigos pero debía comenzar a prepararme para exponerles con dedicación la
realidad que asomaba por las líneas de la cordura. Debía de pensar muy bien que
decirles y cómo hacerlo para que pudiesen tomar una decisión en consecuencia, y
si ese determinamiento exponía que me querían lejos de sus vidas que así fuera.
Con dicho pensamiento bajé las escaleras para encontrarme
con la vorágine de la cocina. Jason seguía en su cuarto, y los demás preparaban
los cubiertos o vigilaban al chico que se encontraba sentado en una silla al
lado de los papeles de Peep mirando al infinito. Fue entonces cuando caí en la
cuenta. Peep había leído los papeles mucho antes de que yo lo hiciera
¿significaba eso que sabía de antemano la falsedad de mi identidad, y por eso
me trataba de esa manera tan extraña?
Bajé cauteloso desmarañando en mi mente dichas suposiciones.
De soslayo volví a mirar hacia su mesa plagada de documentos, y comencé a
recordar como él tan solo había seleccionado tres de entre todo ese amasijo de
papeles. Debía haber algo en ellos que aun evitaba enseñar para tener bien
amarrada la situación a su favor. A lo mejor en esas carpetas restantes estaban
todas las respuestas a mis peores temores, o simplemente más información a
tener en cuenta a la hora de descubrir la verdad sobre ese pasado errático y
enmarañado.
Fuera como fuese debía descubrir que escondía, por lo que
aprovechando el descuido del caos de la comida me acerqué para observarlos más
de cerca. A lo mejor solo se trataba de una errónea suposición, pero si las
carpetas que tenía en mi poder traían tal información, a lo mejor alguna del
resto de documentos esclarecía aún más mis sospechas de que algo fallaba con
este hombre que nos ofrecía amablemente su generosa hospitalidad.
Con rapidez atravesé la estancia furtivamente y me detuve en
la zona de los documentos. Comencé disimuladamente a fijarme en ellos de la que
llegaba a su dirección, pero una vez visualizados generalmente desde su
desordenada posición me di cuenta de que muchos de ellos simplemente eran hojas
en blanco desperdigadas por la mesa. Eso me hizo dudar sobre si estaban
ocultando documentos más importantes debajo de su entierro, o si habían sido
cambiadas en estas horas, dejando los informes que antes reposaban en la mesa
bajo una custodia más protegida ahora que se conocía su ubicación. Al pensarlo,
me dispuse a mover un montón que había en la más alta superficie para conocer
que había debajo de su protección, pero con un –“¿Buscabas algo?”- Peep me sacó
de mi ensoñación haciéndome ver que había sido descubierto en mi intento de
hallar la verdad a través de sus posesiones.
En cuanto escuché sus ecos, mis manos volaron desde las
hojas hacia el respaldo de Cameron, él cual al sentir mi presencia cada vez más
cercana a la suya comenzaba a respirar con dificultad. Peep estaba delante de
mí, fijando su mirada de una manera inquisidora, esperando por una respuesta
válida hacia mi delatadora actitud. Por lo que intentando salvar mi actuación,
respondí lo primero que se me vino a la cabeza para evitar un mal menor. –“No.
Simplemente vine a ver como estaba el chico, y al ver este enorme caos que
tienes en la mesa, estaba agrupando un poco las hojas para que no se
desparramasen por el suelo. ¿Por cierto, has visto el cuaderno de mi madre? No
he vuelto a saber de él desde que estuvimos en el sótano”-.
Mis palabras eran una pésima excusa, lo sabía. Pero no podía
dejar que Peep viera que sabía la verdad. Aun no al menos. Así que me lo quedé
mirando a la espera de una respuesta que no tardaría en llegar. –“De acuerdo,
pero me gusta el desorden organizado en que tengo los papeles así que no
vuelvas a hacer tal cosa sin consultármelo primero. El diario de “tu madre” lo
encontré esta mañana en el suelo del sótano. Luego te lo devuelvo. Ahora
debemos ir con Magda que la cena ya está lista así que venga, vamos a la mesa”-
Por sus ecos, y la manera de exponer la palabra madre, sabía que se estaba
guardando algo en el tintero. Estaba claro que a ese hombre no le pasaba nada
desapercibido, y que yo hubiese llamado a esa señora “madre” por primera vez,
seguramente había abierto en él una duda más latente sobre mis extrañas
intenciones que intentaba ocultar a toda costa. No obstante parecía que había zanjado la situación, así
que le seguí donde nos sentamos los tres a comer en un intento de aparentar una
normalidad ya resquebrajada por todos los lados.
Una vez en la mesa cené lo más rápido que me dio el cuerpo.
No quería quedarme ni un minuto más de lo necesario en esa situación. Intenté
aparentar normalidad y charlar de los hechos banales que se suelen decir en
estas circunstancias, hasta que con el último bocado en la boca me excusé de la
estancia simulando un ansiado descanso que aún no me había saciado. A Pesar de
lo ocurrido ninguno de los presentes me hizo ninguna pregunta impertinente a
sabiendas que me había pasado el día en mi habitación, ni puso impedimento en
que me fuese en el acto. Así que volé a mi habitación donde me encontré con una
sorpresa mayúscula al abrir la puerta.
Jason estaba sentado en mi cama en silencio, completamente
vestido, y con un arma en la mano. Al verme, no dijo ni una sola palabra,
simplemente me hizo señas para que cerrase la puerta en pidiéndome un absoluto
silencio al llevarse un dedo a la boca. Yo por mi parte, salí de mi sorpresa
para acatar los hechos que él me pedía y cerré tras de mí la habitación sin
levantar sospecha alguna sobre quien se encontraba clausurado dentro.
Una vez efectuado el cierre, mi amigo se levantó de mi lecho
para hacerme frente, y al ver que yo le miraba dubitativo esperando una
explicación que diese cuenta de su extraña paranoia, me realizó una confesión
que hizo que todo lo vivido anteriormente quedase relegado a un segundo plano
en dichos momentos. –“Tomek, me largo de aquí. Y esta vez será para siempre.”-.
Esto es todo por hoy. Si os adentráis en este valle inundado
por la desesperanza procurad no quedaros encerrados en ningún hospicio. Puede
que las cosas ocurridas en el habitáculo en sí, os adentren más en las fauces
del diablo de lo que de primeras os pudiese parecer.
Con afecto.
Tomek Sikorski
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