viernes, 21 de octubre de 2016

28. Destinos inauditos (Segunda parte).

Nota: Veintiochoavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

Para ir a la primera parte del veintiochoavo capítulo pulse aquí:  Primera parte



En el momento en que me di cuenta de tal hecho fue como si el puzzle por fin encajase de golpe dentro de mi cabeza. Era sumamente sencillo. Había un chico que fue internado y luego salvado por Peep y Henry para dejarlo a salvo fuera del pueblo. Un chico al que todos querían y admiraban debido al pasado común que compartían. Pero ese hombre al que todos adoraban no era yo, era alguien al que había suplantado sin querer la identidad, adueñándome fútilmente de todo lo que poseía sin reparar si quiera que se lo estaba arrebatando a alguien que lo merecía más que yo por derecho, convirtiéndome en la persona más despreciable que había en esta casa, y seguramente en muchas más a la redonda. La fatalidad hizo que los testaferros le buscasen a la vez que yo entraba en el pueblo por mis propios medios, y mi nombre y tal vez mis características totalmente amoldables a cualquier excusa sobre el cambio del crecimiento hicieron que todos me viesen como alguien que en realidad no era. Thomas podía estar ahora viviendo una vida feliz en cualquier otra parte de nuestro ancho mundo, o viniendo a Dunwich en dichos momentos para delatar al impostor al que le habían impuesto su vida por semejanzas inocuas con su historia. Es decir, mi persona.

Esto hizo que un abrumador desconsuelo se instalase en mi pecho de manera perpetua. Era un impostor. Jamás creí ninguna de sus historias respecto a mi pasada vida en Dunwich, pero el saber que todo lo que poseía en estos momentos se sostenía sobre los cimientos de la falsedad de mi identidad hizo plantearme que me quedaba realmente sólido en este pueblo que pudiera aguantar dicha fatalidad cuando esta fuese descubierta. ¿Actuarían mis amigos del mismo modo al darse cuenta de su error? ¿Henry me hubiese dado su incondicional apoyo de saber que era un simple extranjero? ¿Y los testaferros? ¿Seguirían viéndome inmune al descubrir que no poseía la cura que creían que Cameron necesitaba? Por supuesto que no. Al manifestarse la verdad no solo perdería mi identidad establecida en esta ciudad, sino que todo lo que poseía se me vería arrebatado para dárselo a aquel que realmente lo merecía, haciéndome ver que mi persona era quien sobraba de este cuadro familiar al que de buena gana me había aposentado.



Tras dicho dato revelador mi cuerpo tiró de mí para volver a echarme en mi lecho exhausto, debido al amargo dolor que sentía en mi pecho. Con todo lo que había luchado para hacerme valer y respetar en estos lares, acabaría completamente solo, fuera de todo proyecto aclamado por cualquiera de las partes que reinan en este lugar. Tan solo sería un hombre del que todos se alejarían al ver que no tenían ningún lazo con él. Era un fraude. Y los fraudes no merecían otra cosa al fin y al cabo.

No podía creer que este fuese un final claramente definido. Aunque sabía que era lo correcto me negaba a aceptarlo. Decidí que era demasiado para asimilar en un solo día. Por lo que dejando pasar tanta connotación negativa por mi mente, suspiré sonoramente y cerré bien los ojos. Quería dormir. Reposar hasta que al menos fuese capaz de asimilar esta verdad que me atormentaba tanto. Pero por desgracia dicho descanso jamás llegó, pues fue tocar la almohada con mi cabeza, y escuchar de seguido unos golpes provenientes desde la puerta que esperaban pacientes una respuesta. No tenía escapatoria. Sabían que estaba en este dormitorio afincado, y tampoco era plan de transmitir mi mal ánimo al resto de personas estando como estaba de extraña la situación, y sin tener ellos culpa alguna de mi desdicha. Así que, sin ánimo revelé mi vigilia para ser informado posteriormente por Peep desde detrás de la puerta de que la cena estaba casi servida.



Al escucharlo me levanté con un lamento y me acicalé vagamente para bajar las escaleras. Aun no me sentía con fuerzas para revelar la verdad a mis amigos pero debía comenzar a prepararme para exponerles con dedicación la realidad que asomaba por las líneas de la cordura. Debía de pensar muy bien que decirles y cómo hacerlo para que pudiesen tomar una decisión en consecuencia, y si ese determinamiento exponía que me querían lejos de sus vidas que así fuera.

Con dicho pensamiento bajé las escaleras para encontrarme con la vorágine de la cocina. Jason seguía en su cuarto, y los demás preparaban los cubiertos o vigilaban al chico que se encontraba sentado en una silla al lado de los papeles de Peep mirando al infinito. Fue entonces cuando caí en la cuenta. Peep había leído los papeles mucho antes de que yo lo hiciera ¿significaba eso que sabía de antemano la falsedad de mi identidad, y por eso me trataba de esa manera tan extraña?

Bajé cauteloso desmarañando en mi mente dichas suposiciones. De soslayo volví a mirar hacia su mesa plagada de documentos, y comencé a recordar como él tan solo había seleccionado tres de entre todo ese amasijo de papeles. Debía haber algo en ellos que aun evitaba enseñar para tener bien amarrada la situación a su favor. A lo mejor en esas carpetas restantes estaban todas las respuestas a mis peores temores, o simplemente más información a tener en cuenta a la hora de descubrir la verdad sobre ese pasado errático y enmarañado.

Fuera como fuese debía descubrir que escondía, por lo que aprovechando el descuido del caos de la comida me acerqué para observarlos más de cerca. A lo mejor solo se trataba de una errónea suposición, pero si las carpetas que tenía en mi poder traían tal información, a lo mejor alguna del resto de documentos esclarecía aún más mis sospechas de que algo fallaba con este hombre que nos ofrecía amablemente su generosa hospitalidad.

Con rapidez atravesé la estancia furtivamente y me detuve en la zona de los documentos. Comencé disimuladamente a fijarme en ellos de la que llegaba a su dirección, pero una vez visualizados generalmente desde su desordenada posición me di cuenta de que muchos de ellos simplemente eran hojas en blanco desperdigadas por la mesa. Eso me hizo dudar sobre si estaban ocultando documentos más importantes debajo de su entierro, o si habían sido cambiadas en estas horas, dejando los informes que antes reposaban en la mesa bajo una custodia más protegida ahora que se conocía su ubicación. Al pensarlo, me dispuse a mover un montón que había en la más alta superficie para conocer que había debajo de su protección, pero con un –“¿Buscabas algo?”- Peep me sacó de mi ensoñación haciéndome ver que había sido descubierto en mi intento de hallar la verdad a través de sus posesiones.



En cuanto escuché sus ecos, mis manos volaron desde las hojas hacia el respaldo de Cameron, él cual al sentir mi presencia cada vez más cercana a la suya comenzaba a respirar con dificultad. Peep estaba delante de mí, fijando su mirada de una manera inquisidora, esperando por una respuesta válida hacia mi delatadora actitud. Por lo que intentando salvar mi actuación, respondí lo primero que se me vino a la cabeza para evitar un mal menor. –“No. Simplemente vine a ver como estaba el chico, y al ver este enorme caos que tienes en la mesa, estaba agrupando un poco las hojas para que no se desparramasen por el suelo. ¿Por cierto, has visto el cuaderno de mi madre? No he vuelto a saber de él desde que estuvimos en el sótano”-.

Mis palabras eran una pésima excusa, lo sabía. Pero no podía dejar que Peep viera que sabía la verdad. Aun no al menos. Así que me lo quedé mirando a la espera de una respuesta que no tardaría en llegar. –“De acuerdo, pero me gusta el desorden organizado en que tengo los papeles así que no vuelvas a hacer tal cosa sin consultármelo primero. El diario de “tu madre” lo encontré esta mañana en el suelo del sótano. Luego te lo devuelvo. Ahora debemos ir con Magda que la cena ya está lista así que venga, vamos a la mesa”- Por sus ecos, y la manera de exponer la palabra madre, sabía que se estaba guardando algo en el tintero. Estaba claro que a ese hombre no le pasaba nada desapercibido, y que yo hubiese llamado a esa señora “madre” por primera vez, seguramente había abierto en él una duda más latente sobre mis extrañas intenciones que intentaba ocultar a toda costa. No obstante  parecía que había zanjado la situación, así que le seguí donde nos sentamos los tres a comer en un intento de aparentar una normalidad ya resquebrajada por todos los lados.

Una vez en la mesa cené lo más rápido que me dio el cuerpo. No quería quedarme ni un minuto más de lo necesario en esa situación. Intenté aparentar normalidad y charlar de los hechos banales que se suelen decir en estas circunstancias, hasta que con el último bocado en la boca me excusé de la estancia simulando un ansiado descanso que aún no me había saciado. A Pesar de lo ocurrido ninguno de los presentes me hizo ninguna pregunta impertinente a sabiendas que me había pasado el día en mi habitación, ni puso impedimento en que me fuese en el acto. Así que volé a mi habitación donde me encontré con una sorpresa mayúscula al abrir la puerta.

Jason estaba sentado en mi cama en silencio, completamente vestido, y con un arma en la mano. Al verme, no dijo ni una sola palabra, simplemente me hizo señas para que cerrase la puerta en pidiéndome un absoluto silencio al llevarse un dedo a la boca. Yo por mi parte, salí de mi sorpresa para acatar los hechos que él me pedía y cerré tras de mí la habitación sin levantar sospecha alguna sobre quien se encontraba clausurado dentro.  

Una vez efectuado el cierre, mi amigo se levantó de mi lecho para hacerme frente, y al ver que yo le miraba dubitativo esperando una explicación que diese cuenta de su extraña paranoia, me realizó una confesión que hizo que todo lo vivido anteriormente quedase relegado a un segundo plano en dichos momentos. –“Tomek, me largo de aquí. Y esta vez será para siempre.”-.

Esto es todo por hoy. Si os adentráis en este valle inundado por la desesperanza procurad no quedaros encerrados en ningún hospicio. Puede que las cosas ocurridas en el habitáculo en sí, os adentren más en las fauces del diablo de lo que de primeras os pudiese parecer.
Con afecto.

Tomek Sikorski

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