viernes, 14 de octubre de 2016

28. Destinos inauditos (Primera parte).

Nota: Veintiochoavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


Después de soltar tal hecho revelador Jason se me quedó mirando atónito a lo que acababa de escuchar. Yo decidí moverme para no perder el ritmo y llegar a la cabaña cuanto antes, pero al verme ya a su lado, mi amigo aprovechó para agarrarme el brazo a mi paso, y hacerme la pregunta que le rondaba la cabeza ante tales hechos. –“Pero ¿de qué demonios estás hablando? ¿Cómo que no es la misma bestia? Explícate”-.

Jason me miraba fijamente pidiendo con sus actos respuestas que yo no tenía en la recámara. A parte de la obviedad de que físicamente no se trataba del mismo cuerpo, no tenía ni idea de porque Peep la había cambiado con tan poco tiempo, teniendo en cuenta que necesitaba otra de sustitución para engañarme en algo tan banal. Por lo que decidí encogerme de hombros en respuesta, y exponer la situación para que viese que yo tampoco sabía el porqué del asunto. –“Sinceramente no lo sé, Jason. Simplemente cuando Peep me bajó al sótano para que le ayudase con la bestia me di cuenta de que no era la misma. No me dio ninguna explicación al respecto así que no entiendo por qué dio el cambiazo de esa manera, ni que esperaba con ello. Solo quería que tú lo supieras para mantenerte informado, y te dieses cuenta de lo que estaba ocurriendo aunque solo fuera de manera anecdótica después de todo lo que ha pasado”-.

Esperé a que Jason insistiese en los detalles de mi deducción, pero por raro que parezca no lo hizo. Se quedó ahí, aun agarrado a mi brazo mirando a la nada mientras se ensimismaba en sus pensamientos. Yo por mi parte, sabiendo por lo que estaba pasando, le dejé estar hasta que pasado unos segundos volvió en sí parpadeando unas cuantas veces antes de mirarme. Me quedé estático, esperando por sus ecos, los cuales no tardaron en llegar. Al verme tan expectante, Jason por fin me habló, pero lo que me dijo solo sirvió para zanjar la situación de una manera nada esperada, teniendo en cuenta todas las incógnitas que se abrían ante nosotros. Tan solo me liberó de su agarre y con los ojos fijos en mí me dijo –“Bueno. De momento no diremos nada al respecto, que lo que menos nos interesa en estos momentos es volver a acusar a Peep de engaño sin tener apenas pruebas. Nos limitaremos a seguir el plan estipulado, y a prepararnos por si a los testaferros les da por venir a visitarnos ¿de acuerdo? Bien, pues vámonos de aquí que seguramente ya se estarán preguntando donde estamos. Vamos, en marcha”-. Al escucharle exponer tal sentencia asentí silenciosamente. Tenía razón cuanto menos permaneciésemos en este lugar mejor. Por lo que sin más, nos pusimos en marcha para regresar a la cabaña en silencio, sintiendo un malestar tan palpable que nos dejó cabizbajos durante toda la caminata.



Al llegar nos dimos cuenta de que Peep ya había arreglado la puerta que había sido dañada en la trifulca. Nos esperaba fuera de la cabaña dando los últimos retoques a su reparación sonriente por vernos aparecer de nuevo. En cuanto llegamos a su dirección este nos dejó pasar delante para cerrar el nuevo pórtico tras de sí y clausularnos a todos en el interior.

Con unas cuantas tablas y poniendo la excusa de la búsqueda de los testaferros, nos dejó aprisionados en el interior de la vivienda, haciéndome la autopregunta de si mi ánimo ya claramente tocado, aguantaría ese ambiente tan claustrofóbico que había expuesto de manera voluntaria en un intento de tener totalmente dominada la situación, en contraposición a nuestro estado que era el de un asfixiante momento en el que todo estaba fuera de nuestro control.

Una vez instalada toda la seguridad posible Jason se fue directo a su habitación excusándose de estar cansado. Yo mientras tanto, y viendo el destino que me esperaba en soledad, intenté relajarme para evitar males mayores, y pasee la mirada por la estancia escurecida artificialmente debido al encierro, donde todo parecía seguir su curso. La mesa ya lucía lo que parecía un buen estofado, el rincón de la estancia estaba dominado por un amasijo de papeles de los cuales Peep había sacado de allí las anotaciones de una familia que se me atribuía en un hipotético pasado que cada vez se me antojaba más irreal y surrealista.

Todo parecía exactamente igual pero con un toque extraño que no lograba comprender del todo. Intenté ignorarlo para ayudar con la distribución del almuerzo que ya estaba expuesto en la mesa, pero cuando me dispuse a recoger los cubiertos apartados para tal acción una voz proveniente del pasillo me informó de la última novedad con respecto a la comida. –“Será mejor que pongas un cubierto más en la mesa, Tomek. Alguien se nos ha unido a última hora”-. Con cierta sorpresa ante el acontecimiento expuesto, miré hacia la dirección del habla más que familiar donde me encontré con una Magda radiantemente sonriente, agarrando a un Cameron totalmente sombrío y distante.

En cuanto lo visualicé sentí mi corazón encoger por un momento. El niño estaba completamente limpio y aseado. Llevaba una camisa pulcramente nueva bien abotonada sobre algunas vendas que cubrían su cuerpo, y su pelo había sido completamente lavado y peinado de lado tan concienzudamente que parecía un infante de corta edad. Al verle no pude dejar a un lado toda preocupación por un segundo, y sonreír ante el estilo del que él se hubiera avergonzado si pudiera ver como su flequillo por los ojos y su look desenfadado habían sido cambiados por algo tan formal.

Fue entonces cuando, al ver la transformación que le habían efectuado, volví a caer en la cuenta de lo mucho que había cambiado, y de lo peligroso que era en estos momentos. Por lo que volví a centrarme en la preocupación latente hacia su persona, e intenté avisar a Magda del peligro que corría –“Magda ten cuidado. La última vez que estuvimos con él no paraba de intentar matarnos. No es conveniente que lo estés cargando tú. Ven, déjamelo a mí”-. Y me acerqué hacia ellos con intención de ayudarla, pero entonces, al verme el chico comenzó a hiperventilar y a agitarse en brazos de Magda desmesuradamente, por lo que la mujer frenó mi avance diciendo –“Deja, Tomek. Es mejor que vosotros no os acerquéis demasiado a él. Es lo que le pone nervioso. Conmigo parece sentirse más aliviado así que yo misma lo llevaré a la mesa. Tú céntrate en poner los cubiertos sin que te vea demasiado para que tengamos un almuerzo como dios manda”-. Al escucharla frené mi avance en el acto. Estaba claro que si algo le pasaba al chico la causa se acrecentaba con nuestra presencia, no con la de ella. Así que me resigné a hacerle caso, y a acabar de prepararlo todo para poder comer algo en esa anormal rutina que estaba plagada de tensiones e incertidumbres ocultas tras su cotidianeidad.



Al establecernos en la mesa nos dimos cuenta de que Jason tardaba en acompañarnos al encuentro. Magda decidió ir a buscarlo para informarlo de que la comida ya estaba lista, pero bajó al cabo de unos segundos informando de que nuestro amigo estaba profundamente dormido así que no nos acompañaría en ese ordenado almuerzo. –“Ha tenido un día muy difícil el pobre, dejémosle dormir. Cuando se levante ya le calentaremos las sobras para que se alimente como es debido. Ahora vamos, a comer todos que se va a enfriar. No os preocupéis por el niño yo me encargo de él. Vosotros comed tranquilos que hay de sobra para todos”-. Con dichas palabras Magda sentenció la comida, por lo que sin más comenzamos el almuerzo en silencio, intentando tener un rato de paz al que agarrarse. Aunque por desgracia, dicho intervalo no duró demasiado ya que Peep parecía no querer dejar pasar la oportunidad de sonsacarme toda la información posible de los actos vividos con anterioridad.

–“Hay que ver lo famoso que te estas volviendo Tomek, que incluso las chicas corren a tus brazos cariñosamente para pedirte ayuda. ¿Conocías de algo a esa chiquilla?”- Al exponerme la pregunta Peep me miró socarronamente intentando aparentar una informalidad que yo sabía que en el fondo no existía, ya que tanto él como yo estábamos presentes en el momento en que Jason se dirigió a Freyja para decirle que la conocía, y que por eso sabía que podía realizar actos tan imprudentes como el que estaba haciendo en esos momentos. La cuestión ahora era saber el porqué conocíamos a dicha persona, y porqué él no lo había sabido hasta ese momento.

Me quedé mirando a mi plato medio vacío por unos instantes antes de contestar. Debía ser cuidadoso de no levantar sospechas innecesarias en Peep, sobre todo cuando había tantas incógnitas orbitando a su alrededor. Parecía nervioso, yo mismo me lo estaba notando, así que expuse una verdad a medias, intentando aliviar su curiosidad, simulando una vergüenza por lo ocurrido que irónicamente sería muy propia de mi persona. –“A mí también me sorprendió su acto de acudir a mí con tanto fervor. No sabía muy bien que hacer en esos momentos así que siento si estuve un poco tenso al respecto. No quería decir nada que la alterase más todavía en esa situación tan delicada en la que nos encontrábamos. La chica en cuestión trabaja con otros campesinos para Larson, así que fue su grupo el que nos encontró y separaron al chico de mí para llevarlo con el alcalde. Supongo que dado a que siempre me he mantenido firme en mis convicciones, y que ellos se han revelado públicamente contra nuestro enemigo, se pensaría que podía ayudarla con sus problemas. Eso imagino al menos. No es que la conozca en profundidad para dar un análisis más exacto de la situación”-.

Al decir esto, Magda pareció estar conforme con mis palabras pero Peep no. Este se me quedó mirando un largo rato en silencio mientras yo retomaba los escasos restos de la comida que me quedaba haciendo caso omiso a su análisis inquisidor. Técnicamente no estaba mintiendo en ninguno de los aspectos, tan solo había omitido la realidad de la noche fatídica de la que todos habíamos prometido no hablar para salvarnos de la implacable mano de la muerte. Por lo que yo sabía nadie había roto ese pacto de momento, así que yo no iba a ser quien lo hiciese. Peep debió imaginar que me sentía tranquilo con mi argumento porque al ver que no decía nada más, se dispuso a contestarme con dichos ecos –“Ya veo. Bueno, no seré yo quien se sorprenda de que las muchachas se interesen por ti, Tomek. Eres un joven bien parecido y algo sensible. Eso siempre les ha gustado. Mientras eso no interfiera en tus convicciones hacia la orden por mí no habrá problema de que te diviertas de vez en cuando”-.

Mi mirada viajó rápidamente al rostro de Peep que seguía sonriéndome con suficiencia. No sabía por qué pero el deje de sus palabras me inspiraba que un trasfondo peligroso se colaba en su decisión. Como si en dicho momento estuviese diciéndome que tuviese cuidado con lo que hacía si no quería acatar fatales consecuencias. Pudiera ser que quisiera decirme algo del estilo, o simplemente estaba yo más que paranoico con todo lo referente a su entorno. Todo podría ser en estos momentos. Así que me dispuse a contestarle para dejar las cosas claras, o al menos lo intenté dado que Magda se me adelantó exponiendo su disconformidad a sus palabras en otros términos establecidos para ella.

–“No digas tonterías, Peep. Nuestro Tomek es demasiado bueno para esa niña maleducada y chillona. Se merece mucho más que eso. Así que déjate de tomarle el pelo y ayuda a recoger la mesa mientras yo le subo algo de comida a Jason”-. Magda parecía tener la decisión muy tomada al respecto, y yo sabía de sobra que también. Este asunto en estos momentos, era completamente intrascendente teniendo en cuenta todo lo que nos estaba sucediendo en este pueblo apartado de la mano del raciocinio y el decoro. Por ello, antes de que la mujer se marchase, expuse mi sentencia para que no hubiera lugar a dudas dentro de ese tema formulado con alevosía por mi compañero de mesa. –“No debéis preocuparos ninguno de los dos por nada al respecto conmigo. En estos momentos solo intento buscar una paz factible para todos, así que el resto de las banalidades de la vida quedan en un segundo plano para mí. Ahora si me permitís, ayudaré a Peep con la limpieza y me iré a acostar un rato antes de que el sueño pueda vencerme aquí mismo”-.

A pesar de ser tan escueto todos parecieron satisfechos con mi explicación, y ni si quiera me dejaron intervenir en las labores de limpieza para que pudiera descansar inmediatamente. Cosa que por increíblemente extraña que hubiese sido la velada, agradecí enormemente dado que apenas lograba ya pensar con claridad. Así que no perdí el tiempo y me despedí rápidamente de ellos para subirme de nuevo a mi habitación donde un sueño ligero me esperaba por momentos en mi nueva alcoba, dejándome fuera de todo martirio por unos dulces momentos.

Recuerdo despertarme agitado por un mal sueño horas más tarde pero poco me importó. Me había acostumbrado demasiado a las pesadillas y ahora un descanso sin ellas se me exponía como algo extraño e utópico. Intenté tranquilizarme controlando mi respiración, y una vez que me vi con fuerzas me levanté de la cama pero no me moví de allí. Me sentía agotado, tanto física como psicológicamente, y bajar ahora para encontrarme con algún comportamiento peculiar de Peep se me antojaba en esos momentos como algo desganado y difícil de digerir. Así que, con la intención de hacer tiempo hasta la cena bajo la seguridad de mi habitación me dirigí hacia el escritorio donde estaban las carpetas que Peep me había otorgado el día anterior y comencé a leerlas con la intención de sacar algo en claro de toda esa locura que me rodeaba en estos momentos.



Comencé por las dos primeras en las que se guardaban los informes de los que se decía que eran mis progenitores. La verdad es que como había dicho Peep los papeles no revelaban nada fuera de lo común. Phill Harris, y Martha Lee eran los nombres que aparecían en la cabecera de sendas carpetas. Al abrirlas descubrí que la mujer había sido la hija de un médico de los testaferros, que había seguido los pasos de su padre al cumplir la mayoría de edad. En la lista se le otorgaban una serie de cargos que iban desde la jefatura de su grupo de análisis, hasta rastreadora de sujetos, fuera lo que fuese eso. Su análisis era puramente académico finalizado con una frase escueta que exponía que había abandonado abruptamente los testaferros a finales de agosto sin dejar entrever que se hubiera unido a sus contrarios ni nada por el estilo.

La ficha del hombre era un poco más concreta. Al parecer ese Phill Harris les había dado problemas desde temprana edad. Titulado como “miembro de los cazadores de nacimiento” se le exponían numerosos delitos como homicidio a cargos de los testaferros, irrupciones en sus establecimientos, disturbios en las calles, etc. En general aunque parecía que no había puesto un pie en el sanatorio al no ver registro alguno en su ficha sobre su estado psíquico de salud, no parecía un hombre de trato fácil. No me imaginaba como dos personas tan distintas podían haber acabado juntas. Aunque ese era un parecer bastante generalizado pues solo conocía las habladurías incoherentes sobre ellos por parte de mis amigos, y dichas exposiciones referidas a ellos junto con mi persona eran completamente incorrectas, así que podía hacerme una idea de cómo eran las demás si seguían la misma línea de las falsedades sobre mi pasado.

Acabé de leer vagamente las banalidades que se relataban en dichas carpetas y comencé a leer la que al parecer era la mía. Esta albergaba el título de “Thomas Harris” y al abrirla me di cuenta de que estaba plagada de términos médicos complejos y analíticos. Palabras como psicosis, paranoia, ensoñación excesiva, y autoengaño se alzaban entre las líneas en un análisis muy similar al que Hyter había realizado para mi traslado a mi ciudad natal, en un intento de encerrarme en el sanatorio local para siempre. Al ir leyendo me di cuenta de que dicho sujeto había sido encerrado de niño tal y como me habían afirmado mis compañeros. Pero a la hora de exponer su final, la ficha simplemente afirmaba que el paciente había abandonado el sanatorio y se encontraba desaparecido a día de hoy. Fue entonces, no sabría decir porqué, en que caí en la cuenta de la realidad más obvia que se me había escurrido entre los dedos hasta el día de hoy. Ese niño del que hablaban los escritos y mis compañeros no era yo. Era alguien que seguramente estaba deseando reencontrarse con los suyos, dejándome a mi persona en sí como el mayor fraude que jamás había pisado Dunwich en su historia.

Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario