Nota: Treintaydosavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí: Capítulo 1
Al oírle hablar de sus incoherencias sobre dioses y demás calamidades no pude evitar sentir una preocupación creciente ante nuestro destino en estos parajes.
Para ir a la primera parte del treintaydosavo capítulo pulse aquí: Primera parte
Al oírle hablar de sus incoherencias sobre dioses y demás calamidades no pude evitar sentir una preocupación creciente ante nuestro destino en estos parajes.
Mi decisión de reunirme con los campesinos para negociar con
ellos un acuerdo, en un intento de limitar el avance insólito de Larson, no
solo no había sido como yo me lo hubiera podido esperar en un principio, sino
que además la prometida curación que me acaban de exponer estaba tan lejos de
resultar realista que incluso me sorprendía que a estas alturas alguien pudiera
creer en una sanación tan espiritual, y de gran dudosidad. Yo como era de
esperar, era totalmente reacio a esta clase de prácticas, pero la manera de
expresarse de este caballero no me inspiraba mucha confianza como para
exponerle mis impresiones, así que, en vez de negarme de primeras a su práctica,
decidí preguntarle primero por el asunto para tener un argumento más sólido al
que agarrarme a la hora de rechazar su disparatada oferta.
-“Lo siento pero a pesar de mis raíces no soy una persona
especialmente creyente como para pensar que son seres sobrenaturales los que
nos están haciendo todo esto. ¿La forma de curar al chico será en base a la
creencia también, o se va a centrar más en algún remedio medicinal en el que podamos
observar su estado objetivamente?”-
Por raro que parezca mis simples palabras tuvieron un
impacto más acusado del que creí que causarían en un principio. Dejando a un
lado al chico que seguía devorando la comida que tenía en el plato, nuestros
dos acompañantes se quedaron súbitamente callados conteniendo casi la
respiración, al oírme pronunciar mis ecos de preocupación. La mujer parecía
especialmente dolida pero no dijo nada al respecto, fue una vez más el
curandero, que intentando calmar a la mujer y a sí mismo, me dijo la siguiente
sentencia que me daría a entender que aquí se ocultaban más cosas de las que
creía en un principio.
-“Hijo, no sé qué educación habrás tenido allá por tus
tierras pero has de saber que deshonrar a los dioses de esta manera trae muy
mala suerte. Nosotros procuramos todos los días expresarles nuestra devoción dejando
incluso que sus enviados paseen por nuestras tierras cuando se le antoje, por
lo que te pedimos que si vas a estar por estos parajes hagas lo mismo si no quieres
que nos vayamos de este mundo a causa de su cólera”-
Mientras le escuchaba no daba crédito a lo que me estaba
diciendo ese hombre criado en el campo. Al parecer no solo creían en que unos extraños
dioses a los que veneraban con fervor, sino que además se pensaban que esas
horrendas criaturas venían de su mano dejándolas por ello campar a sus anchas
destruyendo todo aquello que les era querido. Lo que estaba relatando era
totalmente una locura. No podía comprender como esa gente había llegado a la
conclusión de que tanto horror y destrucción era causado por una entidad a la
que veneraban aunque creyesen que el mismo les enviaba esos terribles seres que
les traían la desgracia cada día. Esto al menos para mí era inconcebible, pero
sabía que no podía decir nada si no quería meterme en problemas. Ahora mismo
aún no estaba recuperado del todo y tenía a Cameron a mi cargo. No podía
enredarme en ese embrollo si quería salir airoso de este lugar. Tenía que
arreglármelas como pudiera para parecer cordial y respetuoso, en un intento de
dejar el tema en el aire y centrarnos así en lo realmente importante.
-“Siento si les he ofendido de alguna manera posible. Como
bien saben yo procedo de otro lugar, por lo que estas ideas se me antojan
completamente incomprensibles a mi juicio. Pero no se preocupen que de ahora en
adelante intentaré no molestarles en ese aspecto tan sensible para ustedes.
Ahora si pudiésemos centrarnos en el chico se lo agradecería. Lleva ya una
temporada así y me tiene más que preocupado el hecho de que no llegue a
recuperarse del todo nunca. Así que por favor, si usted sabe algo de cómo
ayudarle dígamelo y le estaré eternamente agradecido”-
Mi importancia por el chico ya se veía completamente desesperada
en estos momentos, pero estos señores o no lo querían ver, o creían que era más
primordial tratar el tema de sus supersticiones ya que la abuela de Freyja al
oírme me dedicó estas suaves palabras para que pudiera estar en paz con el tema
de sus deidades. –“No te preocupes querido. Tú no tienes la culpa de no saber
nuestras costumbres pero tranquilo que yo te las iré enseñando. Verás cómo en
cuanto empieces a conocer nuestra cultura verás las cosas de otra manera.
¿Verdad Jacob?”-
Estaba claro que la mujer buscaba la aprobación de su
compañero para que yo me sintiese más aliviado pero la verdad era que poco me
aligeraba la carga de mis preocupaciones a la hora de saber que nos había
metido dentro de un fanatismo tan exacerbado. El hombre en cuestión también
debió percatarse de lo implícito en las palabras de la mujer puesto que no
tardó en apresurarse a la hora de afirmar su exposición. –“Cloe tiene razón,
perdónanos. Como siempre estamos rodeados de las mismas personas no nos damos
cuenta de que los demás no tienen por qué conocer nuestras costumbres. Tu
tranquilo. Mientras estéis aquí el chaval recibirá mi ayuda. Intentaré volver a
abrir su mente de nuevo. Lo he visto más veces y sé que puedo hacerlo, pero te
advierto que este proceso no depende solo de mí. La última palabra de si quiere
volver a ser como antes es de él mismo. Si él no quiere volver de la oscuridad
en la que está perdido yo no podré hacer nada más que intentarlo.”-.
Mientras el campesino hablaba de sus teorías de la supuesta curación
de mi amigo me di cuenta de que no podía hacer nada útil por Cameron. Sus
palabras vagas y llenas de misterio se me antojaban como una pantomima que
seguramente relataba a todos sus pacientes para que le dejasen estar en ese
puesto tan privilegiado de la aldea. Sabía de sobra que fuera lo que fuese lo
que Hyter le había aplicado al chico no podría curarse de una manera autónoma
sino con unos remedios igual de eficaces que, por mucho que me pesara, sabía
que estos hombres no podían llevar a cabo. Solo me quedaba abortar el plan e
irme en busca de Jason para que entre los tres hiciéramos algo de provecho.
Este era mi plan a partir de ahora pero sabía que no podía exponerlo tan
abiertamente delante de estas extrañas personas. Esperaría hasta el anochecer para
intentar irme con el menor alboroto posible minimizando así el riesgo de
peligro que corría sobre nuestras cabezas desde que vimos lo hostiles que podían
llegar a ser las gentes del lugar.
Con todo el plan trazado en mi mente le seguí el juego al
campesino diciéndole que necesitaba tiempo para hacerme a la idea, y una vez
que se fue, me dediqué a preparar nuestro viaje secretamente camuflado con la
excusa de limpiar la habitación en la que habíamos dormido la noche anterior.
Aunque suene malvado, he de afirmar que el que la señora
fuese invidente me daba una ventaja enorme a la hora de desarrollar
tranquilamente mis intenciones. Una vez instalado en el cuarto junto a Cameron,
comencé a organizarlo todo mientras con la puerta abierta iba hablando con la
mujer que se encontraba tranquilamente regando y arreglando como podía una
maceta que tenía en el centro de la cocina.
Sin quererlo si quiera ordenamos nuestras posesiones primero
de lo que me esperaba, pues no había mucho que empaquetar. Cuando nos fuimos
solo nos llevamos algunas previsiones y la misteriosa carpeta de Peep junto con el diario de cuero, pero nada
más en lo que reparar. Por lo cual, en el momento en que todo estuvo localizado
comencé a amontonarlo tranquilamente mientras dejaba a Cameron a su aire
observando la habitación con detenimiento. No fue hasta que terminé con todo, que
me di cuenta de que el chico se había parado en frente del pequeño armario que
había al lado de la cama, para analizar minuciosamente algo que llevaba
enredado en las manos de un cierto color amarronado.
Al vérselo pensaba que sería alguna cinta que hubiera
encontrado por el suelo mientras yo ordenaba las cosas, por lo que fui a
quitárselo de las manos para que no se hiciera daño, pero una vez estuve a su
lado pude ver como lo que se suponía que era una simple cinta, en realidad era
una combinación de nudos muy elaborado que se enroscaba tirantemente en los
extremos.
Este extraño objeto que jamás había visto en mi vida, lucía más
valioso de lo que me parecía en un principio, así que con un escueto, -“Cam
deja eso que no es nuestro”- intenté quitárselo de sus dedos para dejarlo en
algún lugar de la habitación a la espera de que su dueña lo recuperase, pero
por desgracia eso no fue posible. La fatalidad hizo que con el deje de nuestras
manos este delicado artefacto se rompiese, haciendo que sus cuerdas se deshilaran
por un extremo de su perfecta redondez.
Esto era algo que complicaba las cosas, ya que aunque no
quería tener nada que ver con esas gentes, no me gustaba andar rompiendo sus
cosas por muy sencillas que pareciesen. De manera que asumiendo la culpa,
decidí intentar arreglarlo más tarde para que el daño fuera mínimo.
Lo retiré pues con sumo cuidado de las manos del chico y lo
dejé encima de la cama mientras la señora, que ya debía haber oído mis advertencias
hacia mi amigo, se acercaba tranquilamente a la habitación a la vez que decía
–“¿Ocurre algo muchacho? Si necesitáis alguna cosa podéis pedírmela”-.
En cuanto me giré para mirar a la puerta la mujer ya se
encontraba en el umbral esperando la respuesta. No sé por qué pero a pesar de
que me recordaba a Magda en algunos aspectos no acaba de acostumbrarme a su
extraña presencia. Sabía que no debía preocuparme mucho por ello, ya que nos
iríamos en unas horas, pero aun así no quería ensombrecer las cosas más de lo
que estaban, por lo que me dirigí hacia ella y le dije francamente. –“No es
nada, lo siento. Simplemente mi amigo se ha enredado con un objeto de la sala y
lo ha deshilachado un poco pero no se impaciente, yo mismo lo arreglaré en un
momento. Si lo prefiere puedo pagarle el importe y que se compre uno nuevo. Eso
como usted vea”-.
En cuanto le expuse los hechos la mujer pareció tomárselo
con humor pues entre risas y revoloteando la mano delante de ella para quitarle
importancia, me respondió de lo más despreocupadamente a mi tentativa de
arreglo. –“Son cosas que pasan querido olvídate de ellas. En esta casa no hay
nada nuevo desde hace mucho tiempo. Un par de hilos no nos van a hacer daño.
Vamos, venid conmigo que Freyja está a punto de volver del campo y fijo que
trae hambre. Pondremos la mesa y la esperaremos con un buen plato de comida.
¿Os parece?”-.
Sinceramente yo no tenía mucha hambre como para comer a esas
horas tan tempranas habiendo desayunado unas pocas horas atrás, pero no iba a
contrariar a la señora y a los que parecían los horarios del campo, así que
afirmé a sus palabras y nos dirigimos todos hacia la diminuta cocina donde
preparamos la mesa de nuevo para que la chica descansara y nos pusiera al día
de las novedades que había habido fuera de la casa.
Como si se tratara de un reloj la chica entró por la puerta
justo en cuanto acabamos de darle los últimos preparativos a la mesa central.
Llegaba llena de tierra y con un cansancio acusado en el rostro, pero para mi
sorpresa, no hizo ni el mejor gesto de queja. Tan solo saludó a su abuela antes
de ir directamente al baño del que salió totalmente aseada momentos después. Me
sorprendía la velocidad con la que se movía teniendo en cuenta que llevaba
fuera desde el alba, pero lo que más me chocó es que al sentarnos al almuerzo,
Freyja por fin me miró directamente y me habló de lo que más deseaba saber en
estos momentos. De mis amigos.
-“Tengo algo para ti tío raro. Me lo ha dado uno de los
nuestros de la que venía del pueblo. Al parecer tu amiguito se ha enterado de
que estáis aquí y te ha hecho llegar esto”-. Mientras hablaba, Freyja sacó una
bolita de papel del bolsillo y la lanzó hacia mi zona sin cuidado alguno. Yo
por mi parte la recogí sorprendido pensando de quien se podía tratar, y la
desenvolví con cuidado para leer la siguiente misiva.
“Debí haberme
imaginado que harías algo así. Solo a ti se te podía haber ocurrido irte con
esos descerebrados. Ten mucho cuidado y mantente a alerta hasta que vaya
a por vosotros. En estos momentos, por raro que te pueda parecer, las calles de
Dunwich son más peligrosas que esos lunáticos con los que estás en estos
momentos, así que ni se te ocurra irte de allí hasta que yo aparezca.
Jason”
Continuará...
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