viernes, 2 de diciembre de 2016

32. Descubriendo la verdad (Primera parte).

Nota: Treintaidosavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1


No se puede decir que descansara demasiado durante las horas que prosiguieron inexorables hasta la mañana siguiente. A parte de la incomodidad que me otorgaba el suelo acolchado con las mantas, los ruidos externos penetraron desde el primer momento en la habitación, haciendo que mi cuerpo se mantuviese en una alerta constante cada vez que el viento o alguna tímida pisada se hacían participes en mi rango auditivo.

Aguante mi nerviosismo enterrado entre las mantas e intentando dormir un poco hasta que el alba comenzó a despuntar por el horizonte. En ese momento desistí en mi frustrado intento de descanso, ya que la actividad en el hogar comenzó a tomar fuerza con unas fuertes pisadas que me anunciaban que alguien se había levantado ya en la casa. Por la manera de andar tan resuelta me imaginé que sería Freyja, pero no me aventuré a constatarlo por el miedo de dejar a Cameron solo en una habitación extraña en donde seguramente se asustaría al despertarse solo sin que no hubiera nadie conocido que le hiciera compañía.

Esperé pues a que se despertase, incorporándome en el suelo y recogiendo el documento que me había llevado de la cabaña de Peep momentos atrás en la noche cuando estaba buscando algo que me sirviese de ayuda para entender un poco mejor el pasado de aquel hombre llamado Thomas al que yo había robado sin intención alguna su identidad. Adueñándome con ello también de sus problemas y del bien que yo consideraba el más preciado de su persona. El cariño incondicional que le procesaba el resto de mis compañeros, y del que yo disfrutaba impunemente hasta el día de hoy.

Me revolví en mi improvisado lecho para recoger de mi lado la carpeta marrón que escondía furtivamente debajo de mi chaqueta. Estaba milagrosamente casi intacto después de todo lo ocurrido en la fatídica noche que habíamos vivido. Al verla de nuevo entre mis manos, una duda recorrió mi mente casi instantáneamente. Su escueto título rezaba “J. Alvery” algo muy esclarecedor pero no tanto como yo quisiera, ya que con solo la inicial no podía saber a qué hermano pertenecía, o si ni si quiera trataba sobre ellos dos, exponiendo la información sobre algún pariente de los chicos ya fallecido, o ubicado en algún lugar del pueblo, lejos de los problemas de la familia. 


Esta falta de información me llevó a pensar que Peep no había tenido más remedio que abrirla para saber de quién trataba dicho documento. El que no hubiera dicho nada respecto a su hallazgo me había sorprendido en un principio, pero ahora, pensándolo fríamente, veía como dependiendo de lo que me encontrase en su interior podía juzgar a ese hombre que no acababa de encajarme sus extrañas motivaciones en toda esta historia.

Básicamente sabía que lo que me encontrara entre sus líneas no solo me escarificaría lo que los testaferros exponían sobre la persona analizada en cuestión, sino que también decidiría mi opinión sobre el cazador, enseñándome si solo era una información banal que no quería compartir con nosotros para que Jason no sufriera más de lo necesario, o sin embargo había tenido la perspicacia de guardarse dicho documento para sí con el fin de utilizarlo para su único beneficio cuando se le presentase la oportunidad. Todo era posible con este hombre y sus anormales actuaciones, así que debía analizar el contenido minuciosamente para saber cómo encajar todo esto desde la visión del extraño cazador. Para ello abrí con cuidado el dosier y visualicé el revelador contenido que me encontré limpiamente entre sus líneas.

Paciente: Jason Alvery.

Edad: 18 años.

Lugar de nacimiento: Dunwich.

Estado civil: Soltero.

Causa del internamiento: Trastorno grave de la personalidad con agravio violento.

Ingreso en el centro: Prioridad extrema de aislamiento. Alto riesgo de fuga.

Observaciones: El paciente Jason Alvery ingresó forzosamente en el centro después de ser retenido y enviado al sanatorio por nuestras propias fuerzas de seguridad. Su exhaustivo seguimiento y su posterior análisis nos han revelado que el señor Alvery sufre un grave trastorno mental que le hace tener inconscientes cambios de personalidad en los que adopta otra identidad por completo, asumiendo un rol más astuto e inmoral que le achaca a su hermano en tiempos de consciencia. 

Mediante nuestros estudios hemos podido ver cómo tanto en libertad como en la confinación de nuestro centro, el señor Jason Alvery ha cambiado radicalmente su comportamiento en momentos de peligro llegando a reconocerse como Jack. El mismo nombre que tiene su hermano gemelo, y que trabaja en nuestras instalaciones desde una edad bastante temprana.

Este trastorno podría haberse efectuado a raíz del asesinato de sus padres y la incapacidad para asumir la enorme pérdida que eso conllevaba, refugiándose para ello en otra identidad más inmoral de la que luego asegura no recordar nada de sus aspectos, negando sistemáticamente que él pueda realizar un acto mental tan sumamente insano. 

Mediante nuestros estudios hemos podido cotejar esta posibilidad con diversas comprobaciones en que veíamos como Jason echaba la culpa de todas sus desgracias a su hermano (el cual nunca estaba presente en las intervenciones) llegando a aparecer su interpretación de Jack tan pulcra y creída que hasta los propios médicos se asombraban del nítido resultado. 

Era tal la diferenciación de sus personalidades que incluso algunos rasgos de la fisionomía de Jason llegaban a cambiar para parecerse más a las de su hermano. Su voz, algo más grave, bajaba el tono para hablar más entre dientes y disimular así su tono delatador. Su cabello alborotado era peinado por sus manos mientras exponía su relato para así acentuarse más al de su familiar que como sabemos por la cercanía que le procesamos, lo lleva siempre de dicha determinada manera. Y sus ojos tan directos como siempre, se entrecerraban en una mirada de soslayo que no indicaba compasión o empatía alguna por el resto del mundo. 

Su actuación llegó a resultar tan convincente que varios celadores y hasta su propio hermano llegaron a temer que les matase a sangre fría durante sus visitas vigiladas a su habitación. Su expediente delictivo abala ya varios crímenes atroces en el que el paciente no tuvo ningún miramiento por sus víctimas antes de quitarles la vida, ni ningún arrepentimiento posterior mientras trataba el tema con nuestros especialistas al cargo. 

Con todas estas evidencias se pide para él una sala reforzada en los pisos superiores para tenerle bajo un absoluto control hasta que al menos la solución expuesta por el aprendiz de médico Hyter Miller pueda ser llevado a cabo por el equipo médico que le tiene al cargo y ya ha dado el visto bueno para la intervención.”

Mientras leía esa sarta de sinsentidos sujetaba a su vez la fotografía ajada y amarillenta de un jovencísimo Jason que parecía haber vivido tiempos mejores. Un cierto aire aniñado del estilo del chico le envolvía mientras su pelo algo más largo de lo habitual, le cubría parcialmente sus ojos cansados y algo entrecerrados mientras miraba con la boca tensada y la ropa del sanatorio hacia el objetivo.


En esos momentos me di cuenta de que todos ellos parecían tener un tormento propio que ocultar. No dudaba en absoluto de que Jason era inocente de todo lo que se le culpaba, pero el internamiento y los diversos “remedios” que querían aplicarle tal y como decían en el documento habían estado ahí en ese entonces donde a su edad y con todo lo que había pasado, no merecía tal destino por mucho que los testaferros se empeñasen en reconocerlo para su propio beneficio. 

Esa evidente injusticia para con mi amigo enervó por completo mis nervios. A pesar de todas las monstruosidades que habíamos padecido en estos parajes de la mano de esos seres que aún no podía afirmar lo que eran en realidad, sabía que el equipo de Larson era un enemigo mucho más atroz. Estos habían cometido tantas monstruosidades con total impunidad, solo por el mero hecho de mantener el absoluto poder ante el que los míos se revelaban. 

Mis oscuros pensamientos hacia su organización comenzaban a enturbiar mi convicción, haciéndome querer marcharme de ahí de inmediato para ir en busca de mi amigo y ofrecerle mi humilde ayuda para acabar finalmente con esos opresores que solo ofrecía sufrimiento a las humildes gentes del lugar. Pero por sensatez descarté casi de inmediato la idea. Necesitaba primero ocuparme de Cameron el cual ya por fin parecía estar despertándose, y aclarar además todo el asunto pendiente con los campesinos antes de partir. Así que intenté por todos los medios relajarme para no asustar al niño, y ayudarle a levantarse para que por fin pudiéramos dar la cara ante esa gente que había cuestionado tan bruscamente nuestra manera de actuar desde que nos vieron por primera vez perdidos por las lindes del bosque.

Si digo la verdad esperaba en Cameron una mayor hostilidad generalizada, que con súbita sorpresa observé que no se daba en su trastocado carácter. Para empezar el solo se levantó de la cama y comenzó a vestirse en la habitación como si nada pasara. Incluso me sonrió levemente al verme quedarme atónito en frente de él visualizando toda la escena con incredulidad. Pero es que además, el mismo abrió la puerta y salió del cuarto hacia lo desconocido seguido de mi asombrada persona que intentaba recomponer en la cabeza el único hecho positivo que se había dado en su salud hasta la fecha desde hacía mucho tiempo. Parecía que aunque todo lo vivido nos había dejado totalmente exhaustos y maltrechos, el aire del campo le estaba sentando bien a Cameron, y eso era decir mucho ya que después de todo lo probado aun seguíamos sin mucha esperanza de que lograse recuperarse de su indisposición. 

Para cuando salimos a la cocina me di cuenta de que la vida en la cabaña había empezado desde los ruidos matinales y no había parado desde entonces. Dos hombres estaban sentados armoniosamente a la mesa, uno lo reconocía porque fue uno de mis captores en el bosque, el otro era claramente más mayor y algo más desaliñado rompiendo con la estética uniforme de toda la aldea. Por más que observé no vi a Freyja por ninguna parte, sin embargo su abuela si estaba tostando pan y haciendo café para todos nosotros. En esa casa tan diminuta era un poco angosto estar todos metidos en una habitación, pero al parecer habían venido ellos en nuestra búsqueda así que no iba a deshonrar la hospitalidad de la buena mujer sugiriendo otro lugar para hablar.

En cuanto los dos hombres nos vieron entrar se nos quedaron mirando en silencio, por lo que fui yo quien rompió el hielo comentando las siguientes palabras de cortesía. –“Buenos días a todos. Siento habernos demorado pero quería que el chico descansase un poco después de lo vivido la noche anterior”-. Cameron al ver a los extraños frunció el ceño pero no hizo ningún ademán de escapar, lo que agradecí infinitamente para mis adentros pues la cosa ya estaba bastante tensa entre los presentes como para avivar más la desconfianza con su inestabilidad. Los hombres me devolvieron vagamente el saludo y volvieron a su mirada extrañada por nuestros modales. Sin embargo la señora parecía estar esperando nuestra presencia con alegría porque al oírme se apresuró a decir. –“¡Buenos días queridos! Pasad, pasad, estoy preparando el desayuno. Sentaos a la mesa.”-.


A pesar de su ceguera parecía muy resuelta a la hora de moverse entre sus cosas, así que dejé de preocuparme porque necesitase mi ayuda, simplemente me dedique a agradecerle a la señora el inmenso café que nos había preparado junto al pan y lo que parecía mantequilla casera, mientras los otros hombres se ponían de acuerdo para hablar entre ellos sobre quien explicaría las cosas. En cuanto lo decidieron, aquel que coincidió con nosotros en la oscuridad de la noche y nos acompañó hasta aquí, comenzó a hablar directamente hacia nosotros para aclarar de una vez las cosas dejadas en el aire en las horas anteriores.

–“Bueno, seré breve porque tengo que irme dentro de nada a trabajar en el campo así que escucha. Freyja nos ha puesto al corriente antes sobre lo que te dijo en tu domicilio. Debía haberte dicho que nosotros tenemos una manera de sanar muy distinta a la manera tradicional que suele hacerse en los centros médicos. Nosotros confiamos nuestras vidas a nuestros curanderos. A nadie más que a ellos. Así que si quieres que miren al crio de Larson, Jacob aquí presente puede hacerlo. Pero tendrás que darle total libertad para que trate con él si quieres que tu amigo haga progresos. A cambio nosotros te pedimos que mantengas lejos de estas tierras tanto a los testaferros como a los cazadores. Me da igual como lo hagas, tu tan solo cumple con esa promesa que nosotros cumpliremos con la nuestra. Me voy que llego tardísimo. Gracias por el café Cloe. Nos vemos Jacob”-.

Y así sin más se levantó mostrando afecto a los suyos, sin dejarme articular siquiera una palabra para defender mis argumentos. En cuanto me habían dicho que podían ayudar a Cam no había caído en que podía ser de una manera tan poco creíble como la que ofrecían esos hombres con sus hierbas y sus ritos. Esto no era algo a lo que yo hubiera dado el visto bueno, o pactado previamente, por lo que me apresuré a exponer mis argumentos de la clara evidencia a un hombre que ya se estaba marchando, y a otro que me miraba con una curiosidad intensamente meticulosa, como quien ve un objeto de extrema rareza por primera vez.

-“Perdone, oiga, perdone pero eso no es lo que quiero. No se ofenda pero no creo mucho en las medicinas espirituales. Además sus condiciones me parecen absurdas. ¿Quieren estar a salvo de nosotros y de los testaferros pero dejan que esas bestias campen a sus anchas por las lindes de las tierras sin hacer nada? Yo sinceramente preferiría alejarme antes de ellas que del ser humano.”-

Mis palabras seguían saliendo a través de mi incredibilidad mientras el campesino que se iba le hacía señas al que seguía sentado para que se encargase él del asunto. Este a su vez asintió despacio y se dispuso a calmarme con sus ecos disonantes que lo único que consiguieron fue que me plantease si realmente había hecho bien metiéndonos en ese lugar donde parecía que la locura cobraba un nuevo significado entre sus lindes. 

–“Tranquilízate hijo. Nuestras peticiones son tan validas como las tuyas. Sabemos de lo que somos capaces. Podemos ayudar al niño a cambio de que cumplas tu promesa. Por su puesto que te podríamos pedir que te encargases también de las bestias, pero eso sería querer asesinarte sin mancharnos las manos, pues ya sabemos que ni tú ni nadie está capacitado para enfrentarse a los dioses, así que no te pediremos tal calamidad. Me llamo Jacob por cierto, espero que podamos llevarnos bien en este tiempo que te espera en nuestras tierras. Encantado de conocerte.”-

En ese duro instante donde ese hombre que parecía más loco que cuerdo me tendía amigablemente su trabajosa mano con un cierto eje extraño en su mirada, supe que salir de ese lugar me iba a resultar más difícil de lo que esperaba.
Continuará

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