Para ir a la primera parte del treintaitresavo capítulo pulse aquí: Primera parte
El talismán fue devuelto a la mesa con cada uno de sus hilos
en su sitio mientras el hombre esperaba una contestación por mi parte. Yo sin
embargo, me limité a guardar de nuevo el objeto en mi chaqueta en silencio sin
hacerle el menor caso. Ahora que estaba todo resuelto no tenía que volver a
preocuparme porque ese lunático me increpase con sus ecos. Tan solo, levanté la
mirada para hacerle frente cuando ya tenía el objeto a buen resguardo en mi
poder, diciéndole tras el hecho la siguiente sentencia.
-“Eso ya me lo esperaba sin que usted me dijese nada al
respecto. Ahora si hace el favor véndame otro artilugio de estos. El más grande
que tenga que quiero regalarle a la señora de la casa algo que tenga un valor
para ella aunque para mí se me antoje una inutilidad”-
Al escucharme el hombre se quedó un poco extrañado por mis
actos pero si pensó algo al respecto no lo expresó, tan solo realizó la
transacción lo más comercialmente posible después de haber vivido tal
discrepancia, y me dejó ir con mis objetos sin ni si quiera decirme nada más al
respecto del supuesto mal infortunio que generaba mi persona en la aldea a su
parecer.
Por mi parte, sin más que un despido cordial, despaché a
aquel hombre con premura para volver a encaminarme de nuevo hacia la casa en
donde un simple deshilachamiento había provocado una preocupación colectiva
difícil de superar incluso en estos dominios bañados por la desesperanza.
De camino a mi destino rodee por las calles que ya me iban
siendo conocidas, en busca de otro regalo que pudiera hacer a las dueñas de la
casa para agradecer su hospitalidad y buenas maneras para con nosotros, pero
todo lo que pude encontrar fue un mercado totalmente rústico en el que vendían
todo tipo de alimentos cultivados por ellos mismos en los campos colindantes.
Analicé pues la mercancía y me decanté por comprar unas cuantas verduras de la
zona junto con cuatro calabazas a un precio considerablemente alto para
realizar el rito de “el cuervo enjaulado” que había visto el año pasado por
estas fechas, y que de seguro les era agradable el detalle viendo que sus
arraigadas supersticiones iban por los mismos derroteros que el significado de
esta festividad.
Me encargué de que la cantidad fuera considerable para unas
cuantas comidas y, una vez obtenida toda la mercancía, Cameron y yo regresamos
al hogar cargados hasta los topes con las calabazas, los amuletos y alguna que
otra hortaliza que habíamos comprado para la cena.
Freyja que ya había vuelto de la abrupta búsqueda de sus
compañeros para pedirles ayuda ante el mal que se avecinaba en su casa al estar
en estos momentos sin protección, abrió los ojos como platos al vernos venir
con tanto cargamento de alimentos, e incrédula ante el hecho inaudito que se le
presentaban ante ella nos expuso. –“Pero, ¿A dónde vais con todo eso?”-
Al escucharla, la señora que estaba sentada en una de las
sillas de la cocina, se acercó a la voz mientras yo les detallaba en voz alta todo
el repertorio que había traído al hogar. Esta se detuvo en frente de nosotros y
con ayuda de nuestra guía, pudo palpar de primera mano todos los artículos que
habíamos obtenido en el mercado hacía unos momentos atrás.
Mientras se deleitaba con los productos, pude observar como
la mujer parecía emocionarse muchísimo con el tema de las calabazas que era lo
más evidente de nuestro regalo, explicando para sí misma más que para nosotros,
la de platos que podría hacer con su relleno.
Yo por mi parte me sentía tremendamente satisfecho de haber
creado tal ambiente positivo en el hogar, por lo que creí que era hora de dar
la sorpresa final que conllevaba a la solución del problema que habíamos
generado momentos atrás. Me metí pues la mano en el bolsillo buscando la
mercancía deseada y se la enseñé a las presentes, argumentando también en voz
alta de que se trataba para que la señora fuese a su vez participe de lo que estaba
sucediendo en dicha habitación.
Fue ahí en el momento en que saqué los amuletos y se los
entregué a la chica que ya estaba estirando la mano para recogerlos, cuando por
fin conseguí la cara de alivio por parte de ambas al ver que ya no tenían nada
que temer. Intenté no exponer mi discusión con el curandero para ahorrar
disgustos, y me centré en la parte que sí merecía la pena que supieran para que
pudieran volver a la tranquilidad de la cotidianeidad. –“He pedido que
arreglasen el antiguo y he comprado uno mayor para tener otro de repuesto por
si vuelve a suceder algún contratiempo derivado de este tema. Espero que sea
suficiente para pagar los disgustos que ha generado el muchacho en sus vidas.
Prometo estar más pendiente de él para que no vuelva a ocurrir nada por el
estilo”-.
Aunque fueron unas escasas palabras parecieron trasmitir
todo un mundo de buenas intenciones, pues la señora al oírme me buscó para
abrazarme con fuerza mientras me bendecía por mi generosidad latente. Yo como
en estas situaciones no sé muy bien que hacer, le devolví tímidamente el abrazo
exponiéndole a su vez, que no era para tanto como lo estaba pintando. Freyja
por su parte se fue a colocar los amuletos de primeras sin hacernos el menor
caso en esta feliz resolución. Fue al volver cuando pude ver que, aunque
parecía más aliviada que antes, no tenía intención de dejar de reprocharme unas
duras palabras acerca de mis acciones para con ella y su querida abuela.
–“Gracias por los amuletos pero no te creas que por haberte
gastado tu dinero en nosotras te voy a perdonar. He tenido que avisar a la
partida de la noche para que estuvieran atentos por el miedo de que se quedara
desprotegida la casa sin nuestro talismán. Lo he pasado fatal por vuestra culpa
tanto aquí como en casa del Alvery ese. Así que por mí puedes traer todas las
tonterías que quieras para pagar tu culpa que no voy a dejártelo pasar. Para mí,
tú y el zumbado ese habéis dejado de existir para siempre. Así que haz lo que
tengas que hacer aquí y luego largaos para que volvamos a estar en paz sin
vosotros de una maldita vez.”-
Aunque su abuela la recriminó duramente por su comentario,
Freyja no cedió en dar una disculpa ante sus increpaciones. Tan solo se encerró
en la habitación que ahora ocupaba tras cedernos la suya para nuestro descanso,
y se negó de lleno a participar en el cuervo enjaulado cuando se lo propusimos
desde el otro lado de la puerta. Tuvimos pues que dejarla estar, y ponernos el
resto en lo que quedaba de tarde a vaciar las calabazas, colgándolas posteriormente
en los postes como decía la tradición.
Como era la primera vez que llevaba a cabo el rito no tenía
mucha idea de cómo realizarlo, pero gracias a la señora que me iba indicando
los pasos a seguir, pude ayudarles a ambos a colocar sus espantapájaros a parte
del mío delante de la casa. Al parecer, y por lo que me había contado Cleo,
esta práctica la hacían más los pudientes de la ciudad a modo de anécdota anual,
ya que las calabazas eran algo caras y escasas en este extraño lugar. Pero a
ella, a pesar de no haber podido realizarla nunca en condiciones, parecía
encantarle la tradición pues me había dicho q algunas veces había intentado
crear una variante con pimientos, o alguna otra hortaliza más económica. Al
enterarme pues de tal relato, mi conciencia pareció sentirse un poco más
aliviada con respecto al tema en cuestión. Me sentía con ello de lo más dichoso
habiéndole dado ese capricho a la anciana incluso sin saberlo de antemano.
Al terminar nos pusimos directamente con la cena para
elaborar algo comestible con lo que había sobrado de nuestra actividad
vespertina. Freyja fue llamada nuevamente para que se uniese a la cena una vez
estuvo preparada, pero la muchacha solo salió a por su ración para tomarla a
solas en las lindes de la casa mientras nosotros saboreábamos en la mesa todo
un surtido de platos hechos con calabaza que la señora había elaborado
alegremente durante el resto del día.
Todo iba medianamente bien por una vez, después de un largo
tiempo vagando por el bosque y tras un buen puñado de infortunios a la espalda.
Sabía además que no era el único tocado por la buena fortuna, pues había sido
informado de que mis amigos estaban bien, que Cam estaba increíblemente mejor
desde que habíamos llegado a estas extrañas tierras, y que Jason aparecería de
un momento a otro para llevarnos a su lado. Todo estaba encauzándose poco a
poco después de la locura vivida. Ahora solo tocaba esperar a que regresase mi
compañero para poder así irnos todos juntos a por Jack y los testaferros.
Esta mitigación de las preocupaciones era algo que por fin
daba cierto descanso a mi alma notándose además en mi humor en la casa, pues a
pesar de la ausencia de Freyja estuve totalmente animado durante la cena y su
posterior recogimiento. No fue hasta que entrada ya la noche con todo ordenado
y a punto de ir a dormir, cuando la chica dio señales de vida desde su posición
lanzando un grito aterrador que heló mi sangre de inmediato, dándome cuenta de
que en este pueblo maldecido por la inmoralidad de sus actos jamás puede uno
bajar la guardia, porque si lo hace puede que su vida y la de las personas que
le rodeen, peligren considerablemente ante el ataque de lo desconocido.
Esto es todo por hoy. Si deciden venirse a estos parajes no
duden en acercarse a estos campos desolados de este lado del poblado. En ellos
podrán ver como el terror implacable acecha en los rincones más oscuros a la
espera de que sus pobres víctimas se acerquen sin involuntariamente a su
encuentro.
Con afecto.
Tomek Sikorski
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